Despedida

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Kiara había estado evitando mirar los correos electrónicos que Melissa le había enviado. Sabía que tenía muchas responsabilidad pendientes para con la universidad, pero estaba tan absorbida al mundo nuevo al que Nikolay la introducía que, no tuvo ganas ni deseos de revisar ninguno de sus deberes.

Al menos pudieron almorzar juntos antes de que sus caminos se dividieran otra vez.

Visitaron un restaurante elegante y Kiara se divirtió como nunca.

Usaron la terraza para estar más a gusto, también para sentirse más libres y se sentaron uno al lado del otro, aprovechando del contacto para decirse adiós.

—Miguel te recogerá el martes en la universidad para llevarte a retirar el pasaporte —explicó Nikolay, revolviendo el risotto humeante frente a él.

A Kiara se le revolvió el estómago cuando entendió que ya no existían excusas para salir del país.

Asintió con la respiración trabajosa.

—¿Debo llevar algo para el viaje? —preguntó con una sonrisa nerviosa.

—No, nada —respondió Nik, tranquilo y la miró por el rabillo del ojo—. Yo te proveeré de todo lo que necesites —murmuró.

Kiara tembló bajo su contacto dominante y se rio coqueta cuando sus miradas se encontraron. No tenía que soñar mucho para recordar lo que había acontecido en la mañana, ese encuentro doble que le había demostrado que era capaz de todo.

—¿Y con qué tipo de ropa debo viajar? —curioseó.

Era la primera vez que dejaba el país.

Nikolay pasó su brazo por su espalda, la tomó por los hombros para hablarle dulce.

—Miguel se encargará de eso —le dijo y se perdió en su mirada, sus pecas y esas marcas lindas que le fascinaban—. Él se encargará de revisar el clima y te comprará ropa adecuada para viajar. Cuando lleguemos al hotel, encontrarás el resto de tu ropa y pertenencias.

Le acarició la mejilla con el dorso de la mano. Kiara asintió obediente a sus palabras con los ojos cerrados, pensando que estaba en un cuento de hadas.

Nikolay no se aguantó verla tan entregada y la tomó por la nuca con prisa para dedicarle un suave beso en los labios.

A Kiara le encantaban sus besos y también su cuerpo.

Cuando se separaron y a regañadientes, siguieron comiendo con naturalidad, dedicándose una que otra mirada cómplice de vez en cuando.

A Kiara le encantaba que él tuviera ojos solo para ella. Nunca dejó de observarla, de atenderla, de acariciarla sin miedo a nada, incluso de besarla y abrazarla.

Kiara le dijo adiós a Nikolay sin sentir desconfianza. Sabía que no habría nadie más que no fuera ella y que cumpliría su palabra, la cual ella también debía cumplir.

Él la despidió con el mismo sentimiento, sabía que la joven cumpliría con el contrato, pero por encima de todo, ella cumpliría con su palabra.

Aunque a ella le costó más separarse de él, se subió al auto que Miguel había designado para ella y regresó a la soledad de su propiedad con un nudo en la garganta.

Tres días habían transcurrido desde que la joven había dejado sola la propiedad, y, para su infortunio, todo seguía tal cual como lo recordaba.

Cuando cerró la puerta tras ella, dejó el bolso con el que había viajado sobre la mesa central en compañía de las bolsas con ropa y juguetes que Nikolay le había obsequiado, y abrió las cortinas con los ojos llorosos.

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora