Pesadilla y sinceridad

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Regresaron al hotel, tomaron un dulce baño juntos y Kiara revisó su correo de la universidad. Descubrió que tenía un largo listado de deberes que requerían de su concentración cuanto antes.

Nik preparó su maleta para el viaje y se acostaron abrazados sin dejar de hablar.

Kiara se quedó dormida primero, pero a las horas se despertó gritando y sollozando. Estaba pálida y angustiada, también muy confundida.

—¡Kiara!

Él tuvo que gritar para calmarla y con firmeza la agarró para sosegarla. Si bien, la muchachita era pequeña y se veía frágil, luchó con fuerza, con una energía que él no creyó que tuviera.

Ella sollozó ahogada y se enroscó en su cuerpo para llorar después, cuando ya no pudo aguantarlo.

Nikolay se quedó perplejo y se atrevió a consolarla.

—Soy yo, tranquila —susurró—. ¿Una pesadilla? —preguntó cuándo los dos se miraron a los ojos.

La jovencita suspiró.

—Un recuerdo hecho pesadilla —dijo y se recostó en el centro de la cama, con las manos sobre el abdomen y los ojos fijos en el techo.

Nikolay la miró con terror. Tenía miedo de sus miedos.

Se sentó a su lado, a su misma altura y le tomó la mano para acariciarla.

—¿Se lo dijiste a tus padres alguna vez? —preguntó.

—No —confesó ella. Nikolay se deslizó por el colchón para mirarla a la cara—. Las cosas no pasaron como tú crees.

Reveló cortante, fría y distante. Nikolay tuvo recelo de perder todo el avance que habían conseguido hasta ese momento.

Tuvo miedo de que sus caricias, a veces tan osadas, estuvieran haciéndola retroceder y hundirse más profundo en ese pozo de desconfianza que algún cobarde la había hecho caer.

—Entonces dime cómo fue, porque quiero ayudarte —exigió y se levantó en su codo para mirarla mejor.

Ella no tuvo el valor de mirarlo.

—Era una niña, pensé que era normal, que todo era un juego —dijo dolida—. Le conté a mis amigas, pensando que a ellas les hacía lo mismo, pero... —Cerró los ojos cuando recordó y aguantó el llanto con valentía.

—¿Y qué pasó? —insistió Nikolay ansioso por saber más—. ¿Qué te hacía?

—Me metía los dedos —reconoció con rabia—. Me obligaba a chupársela —dijo sin nada de cuidado y Nikolay se sintió furioso—. Tenía que tragármelo, porque así Dios lo quería... también me amenazaba con decírselo a mis padres, y que así no podría recibir el cuerpo de Cristo y que...

—¡Basta! —exigió Nikolay, rabioso y roto.

Se quedaron abrazados largos minutos, conteniéndose remisamente, intentando asimilar la verdad y entender los hechos, ese pasado tan atormentado que había enfrentado ella sola.

—¿Qué edad tenías?

—La primera vez tenía once años —dijo segura y se sentó en el centro de la cama en posición india. Nikolay negó—. Once años, aún ni siquiera tenía el periodo. —Hizo una mueca que a él le amargó—. Tuve que volver todos los veranos por obligación y cuando tenía trece, quiso violarme, pero me resistí.

—Kiara....

—Quiso hacérmelo por el culo, Nikolay, lo sentí allí, ¡punzándome, haciéndome daño! —reconoció con rabia. Nikolay se quedó boquiabierto—. Yo no salí a provocarlo si eso piensas, estaba en casa, con mi abuela.

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora