Mentiras y cabalgata

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Kiara se despertó antes de las siete y aunque estaba viviendo en un cuento de hadas, tuvo que desprenderse de su sueño para regresar a su realidad.

Su triste realidad.

Agarró su bolso y salió del cuarto, buscando un lugar privado para llamar al número de la policía. Necesitaba saber cómo avanzaba el caso de su madre, pero no quería que Nikolay se involucrara en eso.

Creía que ya le había dado muchos problemas. Uno más y de seguro se cansaba de ella.

Llamó a su madre, pero ella no le contestó. Por parte de la policía obtuvo poca información, algo que la desilusionó.

Guardó todo en el fondo de su cartera y se preparó para regresar, pero se encontró cara a cara con Nik.

Él por supuesto que había escuchado parte de su conversación.

—¿Todo está bien? —le preguntó intrigado.

Ella caminó hasta la cama y lanzó el bolso sobre un sofá. Ignoró su pregunta.

—¿Qué estabas haciendo en el balcón? —insistió Nik.

—Salí a tomar aire —mintió sonriente.

Nik alzó una ceja.

—Saliste a tomar aire a las siete de la mañana, sin zapatos y con un frío espantoso —especuló mirando la hora. Ella asintió—. ¿Y para qué llevaste la cartera? —preguntó y se rio, con esa forma que Kiara detestaba y adoraba.

Seductor, oscuro, intimidante.

—Las mujeres llevamos la cartera a todos lados —defendió sintiéndose estúpida.

Nikolay se rio y le miró con una ceja en alto.

—¿A quiénes llamaste? —investigó con mayor profundidad sin dejar de mirarla.

Ella frunció los labios y pensó muy bien en lo que le iba a responder.

—Es mi vida privada, no tengo porque contarte sobre mis conversaciones privadas.

Él se sintió ofendido, tanto como ella lo estaba en ese instante colmado de tensión.

—Tu vida privada —repitió y arrugó los labios para mirarla a la cara. Kiara esperó paciente a que cediera. Era tan inocente en ese entonces—. Tu vida privada me pertenece, Kiara —dijo—. Toda tú me perteneces. —Se estiró por la cama, haciéndola retroceder nerviosa por el colchón—. Te recuerdo que el contrato que firmaste exigía tres puntos...

—¡Sí, ya sé! Punto uno: sinceridad —repitió agitada—. Me parece que eres un poco controlador de tu parte —le dijo valiente—. Voy a decirte la verdad, Nikolay, pero quiero que respetes mis espacios —exigió después, dejando la timidez de lado.

Él se rio cuando escuchó su exigencia.

—Tú no estás en condiciones de exigir nada, amor, me mentiste cuando tuviste la oportunidad de decirme la verdad —respondió él.

Kiara se vio atrapada en sus propios juegos y entendió que había perdido su primer enfrentamiento.

—Lo lamento, yo... —Ella no supo cómo defender su actuar.

Nikolay rodeó la cama en la que ella se refugiaba. La tomó por la mejilla con su gruesa mano y con dulzura le dijo:

—Vístete, te voy a llevar a cabalgar.

—¿A cabalgar? —preguntó ella, terriblemente liada.

Él sonrió y ella supo que no sería una cabalgata normal.

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora