Chupetón

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Kiara se quedó mirando el teléfono, confundida. La llamada con Nikolay había terminado sin despedidas, sin explicaciones, sin nada.

Claro, estuvo sorprendida y le habría encantado regresarle la llamada para saber si todo estaba en orden, pero tenía que ir a clases.

Se alistó rápido y agarró sus pertenencias para correr por los pasillos, pero se encontró cara a cara con Josué, quien había estado afuera del baño para chicas esperándola con paciencia.

—Tenemos que hablar, Kiara —le dijo él cuando la joven le miró con espanto.

Kiara suspiró rendida. Tuvo que aceptar que había hecho mal al gritarlo así, frente al resto de los alumnos y que Josué no merecía ese tipo de trato.

—Lo arruiné, lo lamento mucho —reconoció triste—. Deja que te invito un café para que hablemos más tranquilos.

Josué apretó el ceño y la miró con desconfianza.

—Creí que no tenías dinero —le dijo él.

Kiara se paralizó cuando entendió que acababa de exponerse de un amanera muy estúpida.

—Mis hermanos están ayudándome —mintió apresurada.

—Está bien —aceptó Josué, aun no muy confiado.

Kiara y Josué dejaron el campus universitario charlando con tranquilidad y se encaminaron hasta una cercana cafería que bordeaba el sector universitario.

Los hombres que le servían a Nikolay notaron el movimiento y con disimulo la persiguieron por la calle. Uno a pie y otro en un coche de vidrios oscuros.

Rápido se pusieron en contacto con Miguel para informarle el extraño movimiento de la jovencita, quien debía quedarse en la universidad hasta después del almuerzo.

Mientras todos trabajaban en sincronía, Miguel recibía la información sobre la verdad de Kiara y el paradero de su madre.

Acababa de reunirse con los investigadores privados y las noticias no eran favorables. Kiara no era hija legitima de los Cruz Reyes, y los testigos no querían cooperar por miedo a represalias.

Miguel intuyó que las represalias provenían del Cártel colombiano y que era cuestión de tiempo antes de que supieran que los rusos estaban rastreando sus pisadas.

El hombre no dudó en llamar a Nikolay para ponerlo en alerta, pero su línea estaba ocupada y tuvo que contactarse con Sergei.

Si Kiara y Nikolay no hubieran estado hablando en ese momento, teniendo una conversación telefónica caliente, todo habría sido distinto.

Kiara y Josué eligieron una cafetería universitaria para conversar más tranquilos y ocuparon una mesa al final del lugar.

Uno de los hombres que se encargaba de su seguridad entró con ellos y escogió una mesa no muy distante para escucharlos hablar.

Los jóvenes ni siquiera pudieron sospechar que los estuviera siguiendo. Para ellos era un cliente más.

Pidieron café, leche espumada y algunos pastelillos del mesón.

Mientras esperaron, Kiara entendió que detestaba mentir, pero desde que Nikolay había llegado a su vida, era lo único que hacía.

Mentir.

Y empezaba a cansarse de vivir una doble vida.

Josué carraspeó, esperando a que ella empezara y con agudeza los dos se miraron desde sus lugares.

Kiara no supo cómo empezar. ¿Qué iba a decirle? ¿Qué había conocido a un hombre? ¿Y cómo se suponía que se referiría a él? ¿Cómo su novio? ¿O solo cómo el sugar daddy que costeaba por todos sus gastos a cambios de obtener su virginidad como premio principal?

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora