Kiara pensó entonces en el punto uno: sinceridad; entendió que, una vez que estampara su firma sobre el papel blanco del contrato, le estaba entregando todos sus secretos a ese hombre que apenas conocía.
También le ofrecía su virginidad, pero Kiara sabía que sus secretos pesaban más que cualquier otra cosa.
Pensó otra vez en su madre y una fea angustia se le metió dentro del pecho, la que quedó opacada cuando el abogado se acercó a ellos.
Los hombres intercambiaron un par de palabras en un idioma que Kiara no pudo entender.
Nikolay se tomó algunos segundos para servir más vino.
—Mi enviado te llevará a casa otra vez —dijo. Ella asintió, impaciente por regresar a la privacidad de su hogar—. Mañana te llevarán con un notario para validar la firma y el contrato, ¿te parece a las nueve de la mañana? —investigó. Ella volvió a asentir. El hombre la miró con preocupación—. ¿Puedo llamarte Kiara? —preguntó. La joven le dijo "sí" con un pobre susurro—. Kiara —indicó con voz ronca y poderosa—. Kiara, me gustaría que fueses más participativa cuando te hablo.
Ella se rio.
—Estoy muy nerviosa —reveló—. La verdad es que quiero ir a casa y tomar una ducha para pensar en todo esto con mayor detenimiento —explicó con su lindo léxico y Nik se derritió con lo adorable que le parecía—. No digo que quiera alejarme de usted, es solo que... que... —balbuceó con la cara roja—, estoy muy nerviosa. Sigo sin creer que me va a dar dos millones solo por esto. —Movió las manos y suspiró.
Nikolay estuvo tentado a tomarla allí y olvidarse incluso de su riguroso contrato; le parecía exquisita la forma en que se expresaba, siempre titubeando y sonrojándose.
Pero se tuvo que aguantar, sabía bien que tenía mucho trabajo por delante con ella. Sufría carencias claras. Él podía leerlas por encima de su ropa, en su mirada e incluso en sus gestos sumisos y timoratos que le dedicaba.
—Te voy a dar mucho más, Kiara —reveló, pero no se refería al dinero en ese momento tan tenso—. Quiero que sepas que esto no solo se tratará de sexo, a veces solo querré llevarte a comer o pasar tiempo juntos; acostarme a dormir contigo y saber que estás conmigo.
Ella se quedó boquiabierta. Solo en ese momento de calma, pudo sentir los latidos descontrolados de su corazón.
—¿En serio? —preguntó liada y se rio coqueta cuando se imaginó durmiendo a su lado—. Nunca he dormido con un hombre.
—Eso es aún mejor —reconoció Nik y sonrió después de beberse la última gota de vino de su copa—. Ahora te dejaré descansar, mañana tendrás un día agitado.
—Sí —dijo ella, recordando que se levantaría temprano para ir a la notaría.
Abrió grandes ojos cuando él se levantó de la silla, mostrándole otra vez todo su cuerpo ancho, el que la había hipnotizado. Se quedó paralizada, ridículamente hechizada; con las manos acomodadas sobre el lienzo en la mesa, le miró hacia arriba con los labios entreabiertos.
—Después de la notaría, mi enviado te llevará con un doctor de confianza. Es un amigo cercano —explicó y se acercó para agacharse en cuclillas a su lado. Kiara le miró con la respiración convulsiva. Su barriga se movía rápido, también su pecho—. Te realizará algunos exámenes para descartar enfermedades y te asignará un tratamiento anticonceptivo.
—Está bien —aceptó ella, aunque no se mostró muy conforme y no se pudo callar—. ¿Quieres hacerme un examen para ver si soy virgen de verdad? —preguntó.
Nikolay se rio y negó.
—No, yo confío en ti —sinceró sonriente. Kiara inhaló fuerte—. Te hablará de esta primera vez y de los cuidados que vamos a tomar para evitar causarte algún daño.
—¿Daño? —preguntó ella, asustada.
Apretó las piernas cuando Nikolay le tomó la mano y la envolvió entre sus dedos. A pesar de que era un hombre masculino y grande, era tan suave como su propia piel. Se perdió en sus caricias conforme un escalofrío se le metió por la espalda.
—Eres pequeña, delgada, virgen; debes estar muy apretada —enumeró con sinceridad, pero con la mirada oscura, cargada de deseo, A Kiara se le cortó la respiración cuando supuso a dónde quería llegar—. Mírame a mí —pidió. Ella lo hizo con un rápido gesto. Le costaba trabajo mirarlo por más de dos segundos. Sí lo hacía, sentía que ardía—. Soy grande, alto y...
—¡Ya! —exclamó perturbada, con los ojos apretados—. Ya entendí —dijo mirándolo y quitándole la mirada a los dos segundos, para luego pasar saliva con temor—. Eres grande en... general —reconoció luego, cuando se sintió menos alterada y recordó lo que había ocurrido durante su romántico picnic hacía tan solo una o dos horas. Perpetuó su erección, la que había tenido allí, rozándole la ropa interior—. La notaria y el doctor —siseó, aceptando sus peticiones.
—Miguel se encargará de tu pasaporte y de toda la documentación que requieras para salir del país —indicó—. Quiero me envíes tu horario de la universidad para seguir tu ritmo y una foto de tu documento de identidad para que mi abogado termine el contrato.
—¿Mi horario? —preguntó, sintiéndose un poco invadida.
—Me gustaría llamarte cuando salgas de clases. O durante las noches —dijo con una sonrisa—. Saber cómo va tu día o cómo podría mejorar. —La invitó a ponerse de pie. Ella lo hizo con un poco de torpeza—. Con tu horario también podré programar viajes o visitas —indicó, envolviendo su mano en su cintura.
La sensación de invasión se transformó con prontitud en temor. Estaba asustada de pensar en cómo iba a excusar ese teléfono móvil nuevo ante Josué, Melissa o sus compañeras de clase; o incluso su madre, si es que aparecía; y ni hablar de esas llamadas misteriosas que recibiría cada día por los siguientes seis meses.
Ella no era buena mentirosa y por lo que decía su desgraciada profesora, era una pésima actriz.
Más allá del temor, sabía que podía inventar algo para llevar una doble vida. Sabía bien que quería firmar y ya empezaba a contar las horas para su siguiente encuentro.
Él pensaba en cada detalle. Ningún cabo quedaba suelto o en el aire y aunque le parecía un poco controlador de su parte, le gustaba.
No podía negar que le gustaba, así que asintió y aceptó.
Nikolay la acompañó hasta la limosina. Le entregó el maletín de cuero negro con el pago correspondiente por esa interesante cita y tras darle una última indicación, se despidieron con un apasionado beso.
Un beso que ella no esperaba recibir, pero que le fascinó. Le fascinó descubrir que sí gozaba del contacto físico y que se había estado perdiendo de mucho.
En ese momento, Kiara vivió un debate íntimo afanoso. Quería irse a casa para encontrar esa privacidad que tanto le gustaba, pero a su vez, no quería separase de él; cuando estaba a su lado, se sentía protegida.
Llegó a la casa de sus padres por la tarde. Todo el vino que había bebido seguía haciendo efecto en ella y por más que trató de mantenerse despierta, tras tomar una ducha, se quedó dormida.
Como si sus sueños estuvieran decididos a recordarle que ahora estaba atada a un hombre poderoso y sumamente atractivo, soñó una y otra vez con él y la despedida.
Soñaba y sentía; todo era tan real que se despertó humedecida, con la garganta seca y el pulso tembloroso. Se despertó sobresaltada.
Como no pudo dormir otra vez, se quedó mirando el techo de su habitación, pensando en los hechos. Al rato cogió su teléfono nuevo y encontró un mensaje proveniente de Nik.
"Kiara, no sé qué me has hecho,
pero no puedo pegar un ojo pensando en ti.
Y si duermo, solo te sueño".
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El mejor comprador
Mystère / ThrillerFascinante, letal y perspicaz, Nikolay Popov es un demonio ruso que viste trajes de caballero para ocultar la oscuridad que lo rodea y la sangre que ensucia sus manos. De moral cuestionable y un pasado tempestuoso, llega a la vida de Kiara con un ú...