El infierno

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Sin dudas, había una nueva Kiara en ella; una más valiente y libre.

A él nunca le había gustado bailar, menos en público, frente a todas esas personas que lo respetaban, pero allí estaba, demostrándole a Bárbara que las cosas habían cambiado, que ya no era el hombre que ella recordaba.

Ella se quedó sentada en el centro de la mesa, rodeada de algunos hermanos Popov, con las manos acomodadas sobre el mantel dorado. Tenía los puños y la mandíbula apretada.

—Deja de rezongar, Barbarita —burló Sergei, sentándose a su lado y le sonrió con crueldad—. La gente se va a dar cuenta que te cambiaron por una mujer más joven —musitó en su oído, mirando a Kiara con diversión.

Ninguno de los hermanos Popov podía negar el atractivo de la joven.

—¡¿Qué?! —preguntó sofocada—. Para tu información, yo lo cambié a él —defendió infantil.

Sergei se aguantó las ganas de reírse de ella. Bebió champagne con discreción y se limpió la boca con una servilleta.

—Eso es lo que tú dices —le dijo después, sonriéndole—, pero nosotros sabemos otra cosa. —Le guiñó un ojo. Ella ardió en rabia—. Y preocúpate de Alexey, que podrías tener problemas —aconsejó, palmeándole la mano con suavidad.

Se marchó después, cuando vio a la empleada con la que se acostaba caminar entre los invitados sin el collar que la marcaba como suya. Ardió por los celos y no vaciló en perseguirla.

Nik y Kiara bailaron con frescura. Se besaron también con pasión. Ella se colgó de su cuello y mirándolo a los ojos le dijo:

—Ya casi no tengo periodo, ¿por qué no me llevas a la cama?

Perplejo por su petición, se limitó a asentir.

Tras eso, la agarró por la cintura y la sacó de esa fiesta cuanto antes.

Los participantes de la fiesta dejaron de bailar y voltearon para saludarlos. Ella notó algo inusual en la actitud de todos los participantes.

Las mujeres jóvenes tenían la mirada baja e inclinaban sus cabezas al verlo. Los hombres también lo hacían, pero le miraban con la frente en alto.

Kiara se quedó estupefacta por lo sucedido y miró atrás para confirmar la verdad, para entender que no estaba borracha o loca. Todos seguían quietos, esperando a que atravesaran la pista de baile. La música seguía oyéndose en cada esquina de la propiedad, pero todos habían detenido su diversión por él.

Dejaron atrás el ambiente de fiesta.

Ingresaron a la habitación principal, esa que Kiara había bautizado como "el infierno" y se movieron con lentitud por su interior.

Él avanzó sin soltarla y quiso llevarla hasta el otro cuarto, él que habían denominado como: "el cielo".

Kiara vivió un breve debate que la alteró entera; jamás se había sentido así, tan rebelada y desvergonzada; enfrentó un altercado interno que la llevó a deducir que, le fascinaba la idea de tocar el cielo con Nikolay, pero más le gustaba el infierno.

Se detuvo abruptamente a su lado y sus manos se tensaron ante su sorpresivo detenimiento.

Nikolay la miró con el ceño arrugado. Ella estaba mirándole con grandes ojos. Tenía las mejillas rojas y la respiración apurada.

—¿Estás bien? —preguntó él, preocupado.

Ella asintió con seriedad e inhaló profundo; le miró a los ojos con seguridad.

Ella pensó en su primera conversación, minutos antes de que ella firmara el contrato. Él le había dicho que se la iba a follar tan duro que, le iba a quitar toda la vergüenza.

El mejor compradorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora