El rugido del motor rompió la tranquilidad del silencioso vecindario. Frené en seco, derrapando las llantas en el pavimento, tal y como lo había hecho gran parte de la tarde en la pista. Aún estaba segregando adrenalina, en cuanto mis pies tocaron el piso me percaté de la energía que todavía me recorría el cuerpo. Tomé el casco y emprendí mi camino hacia el interior del edificio, esquivando al grupo que salía en medio de parloteos. Todas eran mujeres, utilizando disfraces que parecían tener la función de mostrar piel en lugar de atemorizar. Odiaba Halloween por culpa de las estúpidas fiestas a las que había sido arrastrado gran parte de mi existencia.
—Hola, Christian.
No identifiqué a la dueña de la voz que me saludó con un tono meloso, correspondí con un breve asentimiento que aumentó los murmullos de las mujeres que dejé atrás. Me dirigí hacia la puerta de cristal abierta que el portero sostenía, como de costumbre, jamás me detenía, me permitía pasar como si habitara en ese sitio.
Esperé el ascensor con paciencia, mientras tamborileaba los dedos en la superficie del casco que sostenía en la mano izquierda. Estaba retrasado y me importaba una mierda, me hallaba harto de los compromisos a los que debía asistir para complacer a los patrocinadores.
Las puertas dobles se abrieron frente a mí en el justo momento en el que el teléfono vibró dentro de la chaqueta de cuero. Metí la mano en el bolsillo para responder la llamada, sabía que Abel no me dejaría tranquilo si no lo hacía.
—¿Dónde estás?
Odiaba responder ese tipo de cuestionamientos, no solía darle explicaciones de mi vida a nadie, ni siquiera a mi idiota jefe de prensa.
—No es tu jodido problema.
—Christian, te recuerdo que en dos horas debes estar en la fiesta de Fabio. No puedes hacerle un desaire así a un patrocinador como él. Envié el disfraz a tu departamento. Póntelo, todos estarán atentos a ti.
—Esta es la última vez que accedo a algo así. Jamás vuelvas a aceptar una invitación de ese tipo. Estamos en temporada de entrenamientos intensos. Me importa ganar el circuito, no figurar en una puta fiesta.
—Luego hablaremos de eso, ve a la fiesta por favor.
—Lo haré, no vuelvas a llamarme para recordármelo.
—No puedes quedarte solo diez minutos, tienes que hacerte fotos y socializar un poco. No te comportes como de costumbre...
Colgué la llamada y dejé el teléfono en el mismo bolsillo, mientras el ascensor se encargaba de llevarme hasta el piso en el que estaba el departamento del trofeo de carne y hueso que siempre llevaba de la mano en cualquier evento. Tras encontrar las llaves dentro de la chaqueta abrí la puerta que se hallaba cerrada con seguro. Dejé el casco sobre la mesa del hall, encima de las llaves que tiré sin ningún tipo de cuidado. Pese a las luces encendidas y el bolso sobre una silla, el departamento parecía estar solitario, el silencio dentro del lugar me hizo intuir aquello.
No tenía idea de que iría por ella, habíamos discutido por mi falta de interés en verla. En algunas ocasiones era incapaz de comprender lo concentrado que me encontraba en mi entrenamiento.
Marqué su número para localizarla, pero ni siquiera terminé de llevarme el teléfono a la oreja, escuché el teléfono zumbar sobre el sofá de cuero y entonces finalicé la llamada. Convencido de que se encontraba ahí, me dirigí hacia su cuarto. Afiné el oído en medio de pasillo, ante los sonidos que venían desde el final de este. Miré la puerta entre abierta y mis pasos se ralentizaron, avancé con sigilo, atento a las voces que emitían murmullos inentendibles.
Reconocí el ruido del cabecero golpeando la pared y el gemido femenino que retumbó por el pasillo. Empujé la puerta y la imagen de mi novia encima de otro hombre apareció ante mis ojos. Saltaba desnuda sobre un desconocido, jadeando como una zorra, cogiéndose a otro sobre la cama en la que desperté esa mañana.
Sentí un estruendo fuerte en mi interior, una intensa sacudida que hizo emerger la rabia más visceral que hasta ese momento había experimentado. Mi orgullo y mi ego estaban siendo apuñalados por una mujer a la que le di mi confianza y más atenciones de las que alguna vez le ofrecí a cualquiera.
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Fuimos momentos
RomanceAbril siempre ha estado enamorada de Franco, por eso cuanto este le propone fingir una relación decide aprovechar la oportunidad para conquistarlo. Lo que Abril no esperó fue que el arrogante y apuesto rival de su novio falso, se interpusiera en su...