Capitulo Quince

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Natalia Enerpo

Había decidido que no había nada en esta vida que me atara a vivirla. Estába sola, no tenía nada. Luchaba constantemente con mi cabeza, luchaba para encontrar mi lugar. Estaba claro que no había un lugar para mí en este mundo.

El dolor era parte constante de mi vivir, no importaba cuántas veces sonriera o cuántas veces intentará ser feliz, no lo era.

Aveces sentia que no valía nada, eran tantas veces que me lo habían dicho, tantas veces que lo había sentido que ya era parte de mi verdad. Era mi verdad.

El efecto de la marihuana me hacía sentir liviana, no aliviaba el dolor, nada lo hacía, nada nunca lo aria. pero me hacía sentir mejor. Podía ver mi habitación de colores, podía ver el rostro de la mujer de mis sueños. Esa mujer que me miraba con una sonrisa desde mi techo, la mujer que yo quería ser. Ella se había adueñado de mis sueños, en todos yo era ella, era yo quien me burlaba de los demás, era yo quien jugaba con los hombres, ellos caían ante mi con solo chasquear los dedos.

Quería ser ella
Quería su vida

Pero nunca la tendría, sabía que nisiguera en ese cuerpo sería capas de tener lo que yo quería, no podría ser  feliz. Sonreí mirando hacia la nada, jugué con la navaja en mis dedos pasándola de arriba hacia abajo, solo un poco de presión, solo un poco más y mi vida llegaría a su fin, solo un poco más y dejaria de sufrir.

Mi pecho ardía con cada respiración, sabía que mis pulmones y mi cerebro estaban rebosados de droga que no podía pensar con claridad y que cualquier cosa que hiciera o dijera era a causa de esa sustancia. No me sorprendió ver a Cameron en la puerta de mi cabaña, no me sorprendió ver la pena y decepción en su mirada como tampoco me sorprendió cuando quitó la navaja de mi mano.

―¿Que crees que estás haciendo Natalia? - tiro la navaja al otro lado de la casa ―¿Es que acaso quieres morirte?

Lo mire y luego me reí, la marihuana, la cocaína, los antidepresivos tenían un efecto demoledor en mi cerebro. Todo giraba, su rostro giraba y su mirada decepcionada resplandecía.

Dió un paso hacia mi cuidadoso―¿Que te ocurre?

―la vida querido Cam es una mierda, al menos la mía- me tire en el suelo y mire el techo. ¿Esa mujer era de verdad o era mi imaginación?.―soy una inútil y una estúpida, soy tan infeliz.. - comencé a llorar, con fuerza. Mi respiración fallaba y el aire no entraba en mis pulmones, sentía mi corazón latiendo rápido, muy rapido, la voz de Cameron lejana.

―Natalia, Nat - sus  manos estaban calientes, demasiado caliente o yo estaba fría ― voy a buscar un médico.

―no....- jade,--  déjame morir, por favor, déjame morir....

―no puedo y no quiero dejarte morir, tu mereces vivir, tienes una vida por delante- me coloco con cuidado en el suelo― ya voy por ayuda.

Abrí los ojos y lo ví alejarse. Iba a buscar ayuda, lo que significaba que mi madre, mi padre y mi hermano sabrían de lo estúpida y decepción que era, me juzgarán,  me obervarian  cómo hacía Cameron, no quería lastima, no quería compasión, no quería nada de ellos, solo quería morir, solo quería dejar de sufrir.

fueron las drogas, la adrenalina, la desesperación, la angustia, todas a la vez o mi locura lo que me impulsó a tomar la navaja y gritar su nombre, cuando giro hacía mi lo apuñale, fuerte , hasta el fondo con toda la fuerza que tenía. Sus ojos me miraron asombrados con horror y callo al suelo.

―Nat.... - me subí sobre su regazo, tomando su rostro, mire sus ojos azules y le sonreí.

―te amo- lo bese―te amo muchísimo- coloque las manos en su pecho, la sangre mojando mis manos, el olor penetrando en mi naríz ―no puedo permitirlo cam- saboree mis lágrimas y apoye mi frente sobre la suya ―no Puedo.

el cerro sus ojos y supe que había muerto, era mi turno, era mi turno de morir. Saque la navaja de su pecho y estaba a punto de enterrarla en mi propio corazón cuando caí inconsciente y todo fue oscuridad.

                                 *******

Alice castillo de macedonia

Pasado

Los personas malas existen.

Era una niña inocente que tenía todo lo que deseaba, todo lo que quería a mi alcance solo era abrir mi boca y lo tenía. Era rica y mimada.

ra inocente e ingenua, no sabía que existían personas malas, monstruos con rostros humanos y normales.

Esa noche había una tormenta, los rayos iluminaban mi ventana y las centellas me hacían mirar las sombras de los objetos, pero a pesar de todo eso, yo no tenía miedo de la tormenta, no. Yo tenía miedo de los gritos que venían del jardín, del llanto desgarrador y las súplicas incesantes. Sabía que tenía que quedarme dentro de mi habitación o llamar algún empleado para que descubriera que sucedía, pero no hice nada de eso.

Tomé mi nueva muñeca y salí de mi habitación, mi mamá estaba durmiendo, no quería despertarla había tenido un día duro. Así que baje las escaleras y salí al jardín, siguiendo el sonido de los gritos ¿Cómo es que nadie mas los notaba? ¿Era que yo estaba loca y nada de nada eso estaba sucediendo?
Llegué a la cabaña de Juan, su esposa y su malvado hijo. Abrí la puerta y la muñeca callo de mis manos.

Lo que ví me dejo en estado de shock. Observe paralizada a la mujer de Juan, Patricia , la mujer odiosa que solo me decía palabras horribles,  llorar mirando suplicante a su esposo a su hijo quienes con los pantalones enrollados en los tobillos la penetraban por delante, por detrás. Ella sangraba, lloraba y duplicaba protegiendo su vientre. Sus ojos me vieron y se abrieron con horror, me suplico con su mirada que me fuera, que me alejara, que huyera.

―siente perra, disfrutá, ruegame- decía Juan gimiendo con los ojos enrojecidos, con la lujuria empañando su rostro.

―disfruta, disfruta - decía el hijo ―esto es lo que te buscas por no obedecer, esto es lo que mereces por amar.

No pude seguí observando salí corriendo, gritando, corri lo más rápido que pude y llegué dónde mamá le dije lo que estaba pasando, pero no me creyó, le rogué que bajara, pero no lo hizo. llore y llore siguiendo la escena en mi cabeza, sintiendo el dolor de esa mujer, que sufría. Mamá no bajo y yo no hice nada por salvar a Patricia, si mama no me creía , nadie lo iba hacer.

Al día siguiente un empleado le llevo la noticia a mamá. Juan el jardinero estaba muerto. Alonso estaba ahogado en la piscina y Patricia estaba muerta con el bebé vivo a su lado. Mi mamá me miró horrorizada y me abrazo pidiendo perdón. Pero no era a mi a quien tenía que pedir perdón era a esa mujer que no vivió por culpa de su esposo , de su hijo.

Algo en mi murió aquella noche, la burbuja en la que vivía se rompió y entendí que habían personas malas. Pero no sería hasta mucho después que decidiría ser el verdugo y la víctima.

viviendo un sueño Donde viven las historias. Descúbrelo ahora