Capítulo veintiocho

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Alice castillo de Macedonia

Tenía a dos personas que amaba con todo mi ser entre la vida y la muerte. La vida de dos personas buenas, amables y generosas estaban en peligro por una chica inmadura y estúpida que no era capaz de enfrentar la vida y sus sentimientos. Quería que ella viviera para hacerla miserable; yo no era buena ( pero eso ya lo sabían) cuando se metían conmigo podría ser el diablo y Natalia se había metido con mi familia a la que amaba.

Dos días, habían pasado dos días Azucena había entrado en un coma del cual tal vez nunca despertara y mi niño había sufrido un derrame cerebral los médicos decían que había Muerto, que estaba en estado vegetativo pero no quería creerlo, no podía.

Estaba en negación

Miraba el cielo a través de la ventana, el tiempo nunca se detenía las personas caminaban en la calle, los carros avanzaban con prisa para llegar algún lugar, incluso pasaba algún avión con destino a cualquier parte del mundo pero para mí el tiempo estaba detenido en un único momento, en una única palabra.

Muerte cerebral.

Mi hermano estaba en estado vegetativo, estaba Muerto y eso me destrozaba, me mataba. Natalia había conseguido lo que quería estaba sufriendo más de lo que podía soportar.

―familiares de la la señora Natalia Enerpo - sin levantar la mirada del Cristal observé a través de él levantarse a Sebastián y dar un paso hacia el doctor quién estaba acompañado por el mismo que la rescato de la piscina, el mismo que le salvo la vida.

―¿Como esta mi hermana?

―la sustancia que ingirió la señorita era mortal, esto normalmente es usado para dormir animales grandes, puede derribar millones de kilos es un milagro que esté viva.

―¿Pero está bien? - insistió su hermano―¿va a estar bien?

― con el tiempo, su cerebro fue afectado, su cuerpo quedó paralizado, no se podrá mover nunca más.

Sebastián callo en la silla y agarro su cabeza mientras negaba y lloraba. El médico compartió una mirada con el chico Salvador y ambos se alejaron. No se encuentra placer en el sufrimiento del otro pero yo sí lo encontré, encontré un enorme placer en saber que esa perra estaría postrada en una cama para siempre para el resto de su vida, ella habia hecho eso justamente con mi hermano.

Limpie las lagrimas que no se detenían de mi rostro y miré hacia Cameron, su rostro no mostraba ninguna emoción, estába recostado en la pared mirando hacia su amigo, cualquiera pensaría que él lo sostendría mientras su mejor amigo sufría por su hermana pero si había aprendido algo de Cameron y lo había aprendido era esto: era Justo. No buscaba una escusa para las acciones de los demás, no juzgaba solo aceptaba el hecho y actuaba en consecuencia con ello.

No tenía que preguntarle que pensaba lo sabía, porque teníamos una conexión nosotros estábamos conectados y eso era más de lo que nadie me hubiera dado nunca. Esa perra se había buscado su destino fueron sus decisiones la que la llevaron a esa cama de hospital, fueron sus decisiones las que llevaron a mi hermano y a mi mejor amiga al borde de la muerte, tenía suerte de quedar en ese estado porque yo sí hubiera inmune yo sería su peor pesadilla.

―¡Esto es tu culpa! - en un abrir y cerrar de ojos Sebastián estaba de pie empujando a Cameron sobre la pared, agarrando su camisa con furia, sus ojos rojos del llanto, llenos de dolor y rabia―¡Tu la trajiste a este lugar, ella estaba así por tí, por tu culpa maldito, ella está en esa cama por su culpa! - sus gritos resonaron por todo el pasillo.

Lo golpeó.

Su puño impacto en el hermoso rostro de mi novio quien aceptó el golpe y luego se lo devolvió y empujó lejos de él la calma dejando su cuerpo. ―¿Buscas culpables , Sebastián? ¿Quieres un culpable? - su fría furia atravesó mi cuerpo, el aire frio de la sala del hospital se intensificó y cada vello de mi cuerpo se erizo.

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