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Buenos días.

Para Richard Tweak, mi asesinato significó mucho. En su vida nunca había cometido un crimen grave como este, (uno que podría llevarlo por el resto de su vida a prisión), así que la ansiedad lo consumía.

Helen Bergman era la única persona que podía tener ahora cerca suyo. Era su "novia" (aunque en realidad, durante mucho tiempo no quiso decirle así), y se le veía genuinamente preocupada por su salud mental.

No obstante Richard no estaba arrepentido por lo que me hizo, él solo tenía miedo de la condena que le vayan a dar.

— Te hice café, Rick. — le comentó Helen. Richard no habló — cariño...

— ¿Qué me importa? Pon el café sobre el maldito escritorio, si no te es molestia.

Helen lo hizo, no dijo nada ante como su novio la estaba tratando, porque sabía perfectamente que después vendrían unas disculpas no tan sinceras.

— ¿Cómo estuvo el funeral de ese chico? — preguntó él.

Sí, sonaba descarado que Helen haya ido a mi funeral. Pero es que los únicos que no habían ido fueron mis tres asesinos. Richard, Ryan, y Steve. Como nunca vincularon a Helen, Betsy, y Liane como directas cómplices del crimen (ya que desconocían del hecho de que planeaban asesinarme si algo salía mal).

— Aburrido, a Linda le dió una crisis, y... empezó a maldecirlos. Después tuvieron que sacar a la señora Tucker porque ya se estaba comenzando a descompensar de nuevo.

Richard podía entender todo menos el dolor del ajeno. Para él, yo signifiqué en este mundo una mísera, sucia, y vieja mancha de café. De esas que manchan tu ropa pero con quita mancha se va.

Para mi familia y amigos, fui esa mancha de café que nunca se fue. Para Richard, siquiera caí en su suéter.

Richard no tenía hermanos ni una persona cercana con la que pudiera relacionarme y así empatizar. Para Richard no significaba nada el que esté vivo o muerto. El mundo sigue rotando, los años pasan. Y yo no voy a salir de la tierra para vengarme de él.

Creo que mi mayor miedo es que las personas me olviden con el paso del tiempo.

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Mamá se la pasó llorando desde que llegó del funeral. Estaba tumbada en mi cama, abrazando y mojando de lágrimas a Leopold. Y papá, quién era alguien muy preocupado, la revisaba constantemente porque sabía que podía hacerse daño. Más con esta situación.

— Christina, amor. — lo llamó él. Mamá no levantó la mirada, solo continuó llorando — cariño, tienes que levantarte. Ya sabes lo que te dijo el médico, tienes tendencias depresivas y puedes mejorar si es que decides volver a trabajar.

— No puedo hacerlo, Thomas. Mi niño, mi angelito está muerto. Siento que lo he perdido todo. — sollozó — durante toda mi vida he sido una buena mujer. Trabajé, me esforcé para que mis niños tengan una vida buena y larga. Y... miren lo que le hicieron a mi Craig.

El desmayo que mamá sufrió tras enterarse de mi muerte me dejó muy en claro que ella había muerto conmigo. Era la mujer más dulce, dedicada, amorosa, y preocupada que había en la tierra y Richard se la llevó consigo. Como también a Linda. Como también a mi papá.

Entonces, papá se acercó a mamá y la aferró a su cuerpo. Ahí mamá soltó hasta la última lágrima.

— ¿Recuerdas la canción favorita de Craig? Esa con la cual se le iluminaba la cara. La del hawaiano.

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