𓆝 𝟑𝟕 𓆝

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Buenos días.

El agua se mezclaba con la sangre que escurría de las piernas de Helen. Ella tarareaba dulcemente, como si realmente no le importase lo que estaba pasando fuera de las agrietadas paredes del hogar de su novio.

Cuando Helen decía que no le importaba la clara diferencia entre su casa y la de Richard, es que realmente no le importaba. Todo lo que viniese de él le parecía bien y si tenía que hacer locuras para estar con él, las hacía.

En el mismo baño donde ella estaba quitándose la sangre, estaba Richard. Sentado sobre el retrete, por supuesto, con las prendas aún empapadas de sangre de su novia entre sus manos. Las olía y hasta se manchó un poco, pero pensaba en ponerlas a lavar.

— ¿Y ahora qué vas a hacer? — preguntó Richard. Helen asomó su cabeza por la cortina y le compartió una dulce sonrisa.

— Quedarme contigo hasta que todo pase, cariño.

— No, Helen. Me refiero a la estúpida cafetería. Dudo que tu padre pueda manejarlo después de esto. Y tu tío será capaz de todo para tener el café en sus manos.

— No te preocupes, amor. Ya me encargué de él. — decretó ella — debí haber sido un poco más suave, la verdad. Pero creo que con aflojar la llanta de su coche fue suficiente. Chocó saliendo de South Park y murió. Así que ahora estoy totalmente libre.

Ella abrió la cortina y posó para que su novio se centrase en su cuerpo, pero Richard ni se inmutó.

— Amor, mírame. — suplicó. Richard la miró por unos pocos segundos — a que soy hermosa, ¿No lo crees?

— Hay mejores. — le dijo — Helen, no estoy de humor para estar en la cama contigo.

— Que va, nunca estás de humor. Únicamente lo estás cuando quieres algo a cambio. — se quejó ella. Luego, se paró frente al espejo y secó todo su cuerpo — verás, cielo. Tenía planeado manejar el café de mis padres. Usar la misma fórmula de ellos pero con ciertos cambios para mantener calmados a los habitantes de South Park. Sé que después de tu condena la vuelta a South Park será complicada, y... mi vida, te prometo sacarte lo más pronto posible. No puedo dejar que te mueras entre ratas.

— En ningún momento, nada pareció indicar que me iré preso toda mi vida, Helen. Estaba drogado. Maté a ese chico por impulso. Todo a mi favor.

— No quita que haz matado a alguien, cariño.

— No te preocupes, que mataré a los necesarios con tal de seguir libre.

Helen se acercó al botiquín de emergencias y sacó un preservativo. Richard la miró con un rostro amargado y Helen puso ojos de perrito.

— ¿Qué demonios quieres?

— Ay, amorcito. Una sola vez, anda.

— Helen, maldita sea. Mataste a tu familia y lo primero que piensas es en follar, ¿Estás mal del coco? — ella asintió — bien. Pero solo para que te dejes de molestar.

Una sonrisa le invadió la cara y procedió a entregárselo. Richard lo miró detallado.

Y pensó, ¿Qué pasa si el juez resulta dándole una condena grande? Años y años de prisión en los que Richard se perderá muchísimas experiencias.

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Llegó un momento donde Roger decidió mirar al lado suyo y se percató de que él era mi hermano. Retrocedió un paso y me entregó al perrito.

— Thomas Tucker, ¿No es así? — Thomas asintió y cogió al perrito — no sabía que eras tú, vaya. Roger Donovan, un gusto.

— Lo mismo, Roger. Gracias por el perrito. — él miró al cachorro y este le lamió la mano. Su rostro se inundó con una sonrisa dulce.

Eclipse ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora