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Buenos días.

Cuando Linda se enteró que me fui, se sintió como un hipocampo.

Cuando la pareja del hipocampo fallece, la otra se queda a su lado hasta morir. Normalmente de hambre. No cambian de pareja ni se reproducen con otros. Son los animales más fieles del océano.

Siempre dije que yo sería un hipocampo con Linda pero ella jamás pensó que ella lo sería conmigo. La diferencia que tenemos con los hipocampos es bastante, pero hay momentos como este en el que...

— Linda, vino Stephen a visitarte.

Nos damos cuenta que somos humanos y no tenemos los mismos procesos biológicos que los otros animales.

Linda caminó hacia la puerta y ahí lo vió. Stephen llevaba, en su mano, una caja de bombones.

— ¿Podemos hablar? — preguntó el chico. Se le veía triste y solo por eso le permitió pasar.

Stephen y Linda se sentaron en la cama de ella. La mirada de ella estaba perdida, y se entendía el porqué. Sentía que había perdido al único chico que la entendía, que la amaba sobre todo.

— Lamento lo de tu amigo.

— ¿Lo trataste mal y ahora te importa? Está muerto, no te puedes disculpar. — masculló ella. No quería hablar mucho del tema, pensar que está muerto le helaba la sangre.

— Linda, me gustas y por eso vengo por tí. — Linda limpió las lágrimas que salían de sus ojos. Stephen las terminó de limpiar — Linda. Siento tanto como te traté en el auto.

— ¿Quieres que te diga la verdad, eh? — Stephen asintió. Linda cogió aire y con toda la rabia del mundo, confesó — me gustaba Craig, desde el primer momento en que lo conocí sentí atracción por él, ¡Y hamburguesas, Stotch! ¡Él era y siempre será el amor de mi vida! ¡Maldita sea, métete tus cobardes disculpas por tu hediondo trasero y devuélveme a mi niño que habla sobre cetáceos! ¡Jamás volveré a sentir lo mismo que sentí con él! ¡Contigo, ni con nadie!

Él mantuvo la calma y suspiró. Solo le extendió la caja.

— Ya dieron fecha para el funeral. Mañana a las siete de la mañana. Y también para la primera audiencia, 31 de agosto.

El 31 de agosto de 1998 hubiéramos cumplido diez años de amistad. Duele saber que no pudo ser así. Linda miró a Stephen con ojos llorosos y Stephen se fue acercando. Linda se retiró.

— ¿Qué pasó? — preguntó, confundido. Linda se levantó y caminó al baño de su casa. Stephen se paró de la cama y la siguió — ¡Linda, alto, Linda!

Entonces ella se giró y lo confrontó. Esperó algo, una disculpa por lo menos, pero por parte de un hombre como él no iba a venir.

— Viniste hasta aquí, hasta mi casa, me pediste disculpas por algo que ¡No te debía disculpar! Para peor, intentaste besarme. ¡Intentaste besarme, Stephen! ¿Sabes lo que ocurrió ayer, no? ¡Pues te diré lo que ocurrió ayer!

— Linda, tranquilízate. — le suplicó él. Linda intentó calmarse pero su rabia la superaba.

— Con que ahora yo soy la histérica, soy yo quién me tengo que calmar, pero... ¡Vaya! ¡Mírate, Stephen! ¡Mira quién habla! ¡El "loquito" Stotch! Más machito no puedes ser.

La conexión de miradas fue rápida. Y sin más, Linda le cerró la puerta en la cara.

— ¡Linda! ¡Ábreme! ¡Podemos hablar!

Ella se sentó en el piso y lloró apoyada contra la pared. Nunca tuvo un momento en su vida donde desease desaparecer tanto como con mi muerte. Creo que todos tenemos una amistad (o un noviazgo) que nos marca y cuando nos dejas pensamos que jamás lo superaremos.

— ¡Linda! ¡Linda!

Lo único que ella deseó fue despedirse de mí. Darme un último beso. Un abrazo sin fin.

Linda, mi media orca. Mi alma ballena.

Y como se lo hubiera concedido, cerró sus ojos y así fue.

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Linda se encontraba tirada en la arena. Cuando abrió los ojos y se ubicó, descubrió que en realidad estaba en las profundidades del mar.

Por un momento se le escapó el aire por lo ilógica y peligrosa que se veía la situación, pero en cuanto se percató de que podía respirar debajo del agua, por fin se relajó y reguló su respiración.

Su cabello flotaba por el agua y podía caminar fácilmente debajo de esta. Se sentía extraño, sí, pero realmente no le importaba.

Caminó unos pasos hasta que chocó con alguien y se alejó un paso. Cuando observó mejor a la persona, se encontró conmigo. Entonces la abracé y no la solté. Porque yo también la extrañé.

— Hola. — dije. Linda no se lo podía creer. Me separó de ella y tomó mi cara para observarla. Con sus manos la tocó y acarició hasta sentir que genuinamente era yo — te extrañé mucho, mucho, mucho. No sabes lo bien que la paso, pero por supuesto que no es lo mismo que como la paso contigo.

— Craig. — susurró, dejando que su sonrisa invadiera toda su cara. Sin dejarme hablar más, me abrazó y se impregnó de mi olor. Dejé que se reposara ahí — no me dejes, ¿Sí? No te vayas. Te necesito como el aire para respirar, te amo. No me abandones, ¿Sí? Haré lo que sea, pero quédate conmigo. No puedo vivir sin tí.

Pensé en algo con lo que pueda ayudarla, pero sabía que lo único que calmaría su crisis automáticamente sería que volviera a la vida y eso es imposible.

— Tienes que seguir. — le comenté — te amo y te tengo que dejar ir.

— ¿Pero qué será de tí, Craig? No quiero dejarte ir. — no le dije nada. Siquiera la miré a los ojos. Me iba a quebrar como ella — te amo, Craig.

Volví a mirarla y mis ojos se perdieron en los de ella. Mantuve fija la mirada hasta que juntó su frente con la mía y se dejó ahí durante un rato.

— ¿Recuerdas la promesa, Craig? Si estaba soltera a los cuarenta nos casaríamos. — carcajeó — no. No, no, no puedo dejarte aquí. Vuelve conmigo, ¿Sí? No quiero que me dejes sola en este plano.

Levanté su rostro, lo guié hacia mí, e inicié con unos cuantos besos. Linda con el tiempo empezó a corresponder y le metió más intensidad, acercándome más a ella.

Nuestros labios jugaban y se deseaban como nada más en este mundo. Linda era y siempre será el amor de y para mi vida. Como de Linda solo fui el amor de su vida y el alma ballena. El amor para su vida será Stephen.

A veces las almas ballenas no acaban juntas. En mi caso yo sabía que estaba muerto, sabía que no podría cumplir mis sueños, pero por lo menos puedo verla otra vez cuando sueña conmigo y eso me encanta.

Linda, mi lindo delfín.

Linda, Linda, Linda.

Sus manos me sostienen la cara y sus labios me buscan con desesperación.

Nuestras mandíbulas no se cansan. Nuestras respiraciones se combinan y nuestro contacto no nos molesta.

Quería estar el resto de mi vida así, sintiéndola cerquita de mí. Y no importa cuantas vidas tuvieran que pasar, siempre quería encontrarme con ella.

Porque Linda Marshall murió el día en que yo fallecí. Nunca volvió a ser ella misma.

Linda, el delfín, murió.

Y nació una aburrida Linda "Stotch". Y aún así la amaba demasiado. 

Eclipse ▸South Park Fanfic◂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora