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Buenos días.

Para muchos, el 13 de mayo de 1998 significó un día normal. Fue un miércoles, para mí mi último miércoles. Y es que siquiera me dejaron llegar al domingo para tener una última noche de juegos de mesa con mis familiares.

Esto no se iba a quedar así. Me despedí a besos de mi chica porque temía por mí. En la puerta la besé hasta que mis labios se quedaron secos y la miré, casi suplicando que se refugie.

— Mañana, te prometo terminar la ballena que estoy haciendo. ¿Sí? — le prometí. Ella asintió. Le dí un último beso de despedida y otro en la mejilla — te amo. Cuídate y no salgas, ¿Sí? Que tu padre te lleve al colegio. Te amo.

— ¿Tú estarás bien? Eso es lo que me importa. — asentí, aunque mi futuro era incierto.

— Sí. — respondí — y si no lo estaré, no importa. Seré un humuhumunukunukuapua'a que te besará los pies. Y estaré cuidando cada aspecto de tu vida para que tú seas feliz. Mi atlantis, mi alma ballena.

Ella sonrió aunque se le notaba preocupada por mí, y me dió tres besos.

Uno al cielo, uno a la tierra, uno al océano.

Uno a la galaxia, uno a la naturaleza, y uno último a las profundidades del mar.

Cada uno significó, y significará para siempre.

Todavía no era miércoles. Le dije a Linda que me iba a casa pero en realidad me fui a la comisaría. No iba a dejar el hecho de que habían atropellado a un chico impune. No me importaba yo, mamá ya los había denunciado. Me importaba él. Me importaba ese chico al que pisaron.

El atropellado es un chico con hidrocefalia y discapacidad del habla y motriz. Creo que se llama igual que Richard, pero que mala suerte. Así que decidí llamarlo Burch. Chico Burch.

No diría que es un Scorpaenichthys marmoratus porque así es Mackey, y no diría que es un melanocetus johnsonii (Rape abisal) como Chef porque no es tan oscuro. Así que mejor digo que es un pez globo y ya.

En Japón a los peces globo se los comen, pero los tienen que cocinar gente especializada en ello. Ojalá hubieran gente especializada en salvar vidas de chicos como yo.

Cerré la puerta detrás mío y suspiré. Mi hermano estaba sentado en la silla del comedor y siquiera me volteó a ver. Tenía la mirada entre los libros.

— Hola. — saludé.

— Hola. — me respondió, pero siquiera me miró durante un pequeño lapso para notar mis moretones.

— Thomas. — lo llamé — tengo miedo, ¿Sí? Tengo miedo, porque...

— Craig, ahora no estoy en situación para escuchar tus desaho... ¿Qué te pasó? — me preguntó.

— Richard. — respondí — fue Richard Tweak.

— ¿Qué? ¿Richard? Pero si es mi amigo, ¿Cómo es que...?

— Me golpeó a mí y a Linda, y a tí siquiera te importa.

— ¡C-Craig! No me vengas a llorar, ve y ponte unas vendas, que... te ves fatal.

— Jacques-Yves Cousteau está muerto, lo mataron.

— Y ya vas a empezar. ¿Qué pasó ahora con tu pescado?

No me pudo evitar doler más. Entré en crisis automáticamente y golpeé mi cabeza con mis manos en un intento por quitar estrés. Thomas me miró sin siquiera reaccionar, pero se le veía bastante molesto.

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