El movimiento de mis pies sobre la cinta de correr es rítmico y reconfortante. El sonido de Believer de Imagine Dragons en el iPhone queda amortiguado por el pulso latiendo en mis oídos. El martilleo de mi corazón me dice que que estoy vivo. Ya no necesito correr hasta no sentir las piernas para saberlo.
Acelero, mi respiración empieza a costarme cuando comienzo a esprintar. El sudor resbala por mi pecho desnudo mientras miro el reloj en la otra punta del gimnasio y observo cómo la manecilla pequeña gira lentamente por la esfera. "Dos minutos más. Aguanta el ritmo durante dos minutos más".
Incluso cuando llega el momento y la máquina se ralentiza automáticamente, mis piernas no lo hacen. Aplasto con la mano el botón del más para volver a acelerar el ritmo, ahora mismo mi ego me impide parar. Sólo un kilómetro más. Subo el volumen y sigo en esprint un poco más, inspirando con fuerza por la nariz, secándome con un gesto brusco el sudor que me cae por la frente. Bajo la mirada a la pantalla de la cinta y compruebo la distancia. Veinticuatro kilómetros. Hecho.
Golpeo el botón y dejó que la máquina disminuya el ritmo hasta un trote suave. Me arranco los AirPods y agarro la camiseta para secarme la cara con ella.
—Ayer lo hiciste en menos tiempo, cabrón testarudo.
Mi paso se ralentizan hasta detenerse y me cojo a los asideros, dejando caer la cabeza mientras recupero el ritmo de la respiración.
—Que te jodan—consigo respirar volviendo la cara hacia uno de mis amigos más antiguos.
La sonrisa engreída de Changwook, esa que deja ver su cara de hurón en todo su esplendor, hace que me entren ganas de arrancárselo de un puñetazo.
Se ríe y me lanza una toalla al pecho.
—¿Aún no lo asimilas o qué?
Me bajo de la cinta y me seco el pecho empapado antes de tirarle la toalla de vuelta.
—No sé de qué me hablas.
Miento, sé perfectamente de lo que me habla el muy cabrón, y ya estoy hasta las narices de que me machaquen con el tema. Ni siquiera sé cómo ha pasado, cómo se ha esfumado el tiempo. Cumpliré cuarenta años, mi ego se hunde más y más cada vez que lo pienso.
Camino hacia la fuente de agua fría, Changwook me sigue.
—Los cuarenta te sientan bien.
Pongo los ojos en blanco y cojo un vaso de plástico para ponerlo bajo el grifo.
—¿Querías algo?
Más risitas entre dientes a mi espalda mientras engullo el agua y me giro para mirar al idiota engreído. No sé a qué viene tanta alegría.
—Las nuevas máquinas de musculación llegarán dentro de un rato.
—¿Podrías encargarte?—le pregunto rellenando el vaso.
—No hay problema.
—Gracias.
Echo un vistazo alrededor del gimnasio del que soy dueño, el ambiente está vivo, con música, sudor y corazones palpitando. Retumba Maroon 5. Resultó que dejé de ser dueño del club del sexo y la indulgencia de la Mansión, dejé todo aquello para dedicarme a algo menos movido, todo para poder complacer a alguien.
—¿Dónde está la ardilla?
Changwook me coge el vaso vacío de la mano y lo tira a la basura antes de alejarse.
—En el despacho.
Una sonrisa se dibuja en mi cara mientras cruzo el gimnasio, el ritmo de mi pulso acelerándose de nuevo, aunque esta vez lo noto bajo los pantalones cortos.
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Demolition
RomanceJisung no puede recordar nada de los últimos nueve años de su vida. Minho deberá hacer todo lo que esté en sus manos para que él recupere su memoria y conseguir que se enamore perdidamente de él de nuevo. Tendrá que tener de nuevo esa picardía con...