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Al día siguiente, Jisung tuvo una resaca terrible, y yo me reía por lo bajo. No lo pude evitar. Sin embargo, días después seguía hecho polvo. Naturalmente, llamé a su médico, no fuera a ser que se me estuviera escapando algo, y él me aseguró que no pasaba nada. Debía de estar revuelto, por lo visto. Ya lleva en cama casi una semana, aunque ayer consiguió ir a yoga. Yo tenía mis dudas, pero él insistió. Incluso dejé que se fuera a tomar café con una amiga llamada Somi.

Miro a los niños mientras desayunan y pienso que ellos también están un poco pálidos.

—¿Vosotros estáis bien? —pregunto.

Asienten los dos, sin apenas mirarme, los ojos pegados al iPad. Me acerco y les quito las tabletas, ganándome un par de gruñidos de protesta.

—A la ducha. Tenemos que ir a la boda del tío Nichkhun.

Refunfuñan y se van arrastrando los pies.

—Buenos chicos.

Sonrío cuando ellos me lanzan una mirada asesina antes de desaparecer.

Suena el teléfono de Jisung, y lo cojo de la mesa auxiliar, mirando la pantalla mientras voy arriba a ver cómo está mi chico.

—Somi —digo pensativo, y lo cojo; es hora de que me presente a esta nueva amiga—Hola.

Oigo unos crujidos y la llamada se corta. Miro la pantalla, ceñudo, cuando llega un mensaje.

"Llámame cuando puedas. Solo quería saber cómo estás."

Me tomo la libertad de contestar por Jisung.

"Soy Minho, el marido de Jisung. Vamos a una boda. Mañana te llama."

"Hombre, el famoso marido. He oído hablar mucho de ti ;-)"

¿Me acaba de guiñar el puto ojo? Miro con recelo el teléfono, preguntándome qué le habrá contado Jisung exactamente para que me mande un guiño. No lo sé, pero me apunto mentalmente que tengo que preguntárselo.

Me sorprendo al verlo sentada delante del espejo, peinándose el flequillo.

—Pareces más animado.

Tiro el móvil en la cama y me siento detrás de él, lo acoplo entre mis rodillas y me arrimo hasta que mi entrepierna está junto a su cintura.

—Tu amiga de yoga te acaba de mandar un mensaje. Le he dicho que lo llamarás mañana.

—¿Has leído y contestado un mensaje mío? —pregunta escandalizado.

—Sí. —No tengo remordimientos, y así se lo hago ver—. Y dime, ¿qué le has contado de mí a la tal Somi?

Jisung entrecierra los ojos de broma.

—Que eres un dios. Que eres posesivo, nada razonable y un controlador, pero porque me quieres con toda tu alma.

—Y con todo mi corazón —añado, y le dedico una sonrisa traviesa, que se desvanece cuando veo que no me lo devuelve. Parece pensativo—Oye, ¿qué pasa?

¿Está preocupada por la boda? ¿Su aparición pública ante tanta gente? No creo que sea eso. La semana pasada parecía estar bien, dejando a un lado el malestar que sentía. Un poco callado a veces, pero era de esperar. Me he acostumbrado a que se suma en sus pensamientos de cuando en cuando, he llegado a la conclusión de que intenta recordar algo. En este sentido no ha habido avances importantes. Digamos que hemos retomado nuestra vida. Y nos va bien. Todo relativamente normal, aparte de que en ocasiones se le olvide alguna cosa. Según su médico, eso también es normal. Sin embargo, no voy a negar que aún me siento muy inseguro con muchas cosas. Pero si hay algo de lo que sí estoy seguro es de nuestro bonito y fuerte amor. Claro que el amor no siempre es bonito. A veces es trágico. La mayor parte del tiempo es trágico. Te hiere, te destroza, te asfixia, pero es la única puta cosa que puede volver a recomponerte. Es un cabrón sádico, y también la cosa más enriquecedora y reconfortante de este mundo. Y gracias a eso he sobrevivido: mi amor, nuestro amor, porque si hay algo que he aprendido es que el tiempo no se detiene por nadie. La vida continúa, tanto si uno está satisfecho con ella tal y como era o con hacia dónde va como si no. No se puede parar. Solo hay que inclinar la balanza para sacarle el mayor partido.

DemolitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora