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Pov Jisung

Me debato entre la necesidad de que esté cerca y la necesidad de alejarme desesperadamente. Recuperar cierta independencia antes de que acabe dependiendo de él demasiado.

El yoga es el sitio perfecto para empezar, pasar un par de horas lejos de él.

El ancho mundo es un lugar que da miedo, pero no dará menos miedo a menos que yo siga adelante. Así que voy a ir, y me da lo mismo que se cabree. Y pienso conducir yo.

A Jessica le encantó que la llamara, y me ha propuesto que vaya a verla esta tarde. Lo estoy deseando, y cuando bajo la escalera, sintiéndome animado y positivo, veo que Minho da vueltas por la entrada, y aunque es evidente que no me hace nada de gracia, no permito que su actitud me desanime.

—¿Y las llaves? —pregunto.

Me lanza una mirada ceñuda feroz, como su postura. Que el tío tiende a enfurruñarse es algo de lo que ya me he dado cuenta. Pero cómo le cambia el humor cuando las cosas no salen como él quiere, curiosamente me resulta encantador. Familiar. Refunfuña, me mira de arriba abajo y me da un llavero y me pasa un iPhone negro.

Lo miro frunciendo el ceño. No es mucho mayor que una tarjeta de crédito.

—¿Qué es esto?

—Tu móvil.

—Ah.

—Esto no me hace ninguna gracia.

—No me digas.

Su mirada se vuelve más sombría y mi sonrisa más grande.

—No tientes tu suerte.

—No tientes tú la tuya.

Me río y paso por delante de él para ir a la puerta. Le rozo el brazo con el codo, y antes de que sepa lo que ha pasado me veo contra la pared más cercana, aplastada por su duro cuerpo. Mierda, este tío se mueve deprisa.

Pegado a mí, cara a cara, sus ojos castaños casi apagados, suelta un gruñido grave y profundo. El corazón le martillea en el pecho, los latidos atravesándome. Minho está preocupado. ¿Le preocupa estar lejos de mí? Puede que sea malsano e irracional, pero extrañamente a mí eso me reconforta. Cada movimiento que hace este hombre, todo lo que dice, todas sus expresiones faciales y sus reacciones me conmueven profundamente, y las tripas me dicen que no pasa nada. Que todo va bien. El instinto me dice cómo reaccionar. El corazón me dice cómo quererlo. El cerebro me dice cómo manejarlo.

Lo estoy recomponiendo todo poco a poco, entiendo a Minho poco a poco. Él es la parte más importante de mí.

—Conduciré con cuidado.

El hecho de que quiera tranquilizarlo instintivamente me resulta de lo más natural. Me pregunto de dónde me sale, puesto que Minho no está siendo nada razonable.

—Estaré fuera un par de horas, como mucho. Volveré antes de que te des cuenta de que me he ido, te lo prometo.

—¿Y si no es así?

Lo dice en serio, el miedo haciendo estragos en su cabeza, poniéndose en lo peor.

—¿Sabes lo que me costó aflojar las riendas contigo? Años, Jisung. Años de lucha del miedo contra la razón.

—Pero ¿es que tienes un lado razonable? —pregunto, tratando de quitarle hierro al asunto.

Esto es absurdo a más no poder. Voy a ir a yoga dos horas, como máximo. Sus ojos se entornan, la mirada de advertencia.

—El sarcasmo no te pega, enano.

No le impresiona lo más mínimo, y como el capullo taimado que he concluido que es, restriega esa magnífica entrepierna en mis partes, utilizando el poder que ejerce sobre mí como un arma.

DemolitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora