33

21 3 0
                                    

—Han vuelto los niños —comento, y Jisung suelta una risita y me dedica una mirada rebosante de amor.

—Gracias por el tiempo que hemos pasado juntos. —Se estira y me da un beso en la mejilla—Han sido algunos de los mejores momentos de mi vida.

No sé si la punzada que siento en el corazón es de dolor o de felicidad. Hemos vivido algunos momentos increíbles en nuestra vida, y él no recuerda ninguno.

—¡Mamá! ¡Papá!

Sana se baja del taburete como una flecha y echa a correr hacia nosotros. Veo que rodea el cuerpo de Jisung y lo abraza con fuerza. Jeongin no tarda en unírsele.

—Muy bonito —refunfuño, alborotándoles el pelo—A mí también me habréis echado de menos, ¿no?

Ninguno de los dos se separa de Jisung, y no se lo tengo en cuenta. Además, estoy demasiado satisfecho y encantado viendo a la madre de mis hijos reaccionar con su ataque, los ojos cerrados, los brazos en la espalda de los pequeños, la cara enterrada en su coronilla. Los está oliendo, empapándose de su olor. No creo haber visto nunca nada más maravilloso. Jisung me mira un instante y sonríe con suavidad, y veo cierto temor en los ojos castaños oscuros. Le guiño un ojo, mi forma de decirle sin palabras que lo está haciendo genial.

Tras soltar a Sana, Jisung me indica que me acerque, y en cuanto me tiene a su alcance, tira de mí para que me sume a ellos, y yo los abrazo a todos. Mi chico y mis hijos. Mi mundo, a salvo entre mis brazos. Tengo que tragar saliva repetidas veces para no perder la compostura.

Los mellizos, que por lo general son alérgicos a cualquier muestra de afecto que venga de mí a menos que quieran algo, ni se mueven, sin quejarse, hasta que Jisung y yo estamos listos para soltarlos. Me cuesta lo mío, pero por fin doy con la fuerza de voluntad necesaria para apartarme, dejándolos para que respiren. Aunque mi respiración aún es superficial, mi corazón aún va a mil. Abrumado. Joder, no podría estar más abrumado.

La madre y el padre de Jisung se acercan cuando nos hemos separado, y Chaeyoung me saluda con la cabeza mientras abraza a Jisung.

—¿Cómo estás, cariño?

—El médico está muy satisfecho con mis progresos —contesta, porque no hay más que decir—Y yo me alegro de que hayan vuelto los niños y podamos seguir con nuestra vida.

Jake viene a estrecharme la mano, los niños cerca, pidiendo más información, a juzgar por la expresión de su cara. Qué decirles es algo que me da verdaderos quebraderos de cabeza.

—Me alegro de verte, Jesse —dice Jake, y al apretón de manos añade una palmadita firme en la espalda.

—¿Qué tal se han portado los niños?

—Fatal —farfulla, aunque lo dice de broma—Son desobedientes y maleducados y siempre se están quejando.

—Vamos, Jake —se ríe Chaeyoung, y me acaricia el brazo al pasar—Vi que no teníais nada en la nevera, así que fui al supermercado. —Comienza a vaciar bolsas, a llenar la nevera—Leche, pan.

—Gracias, mamá. —Le señalo un taburete a Jisung—Siéntate.

Se sienta a la isla mientras ayudo a Chaeyoung a sacar la compra y escucho a Jisung, que les cuenta a los niños todo lo que nos acaba de decir el médico.

Sonríe constantemente, les dice que está contenta y que ellos también deberían estarlo.

—Y ahora que habéis regresado, podemos hacer exactamente eso — propone—volver a la normalidad.

—¿Y la memoria? —quiere saber Jeongin mientras recupera el tarro de mantequilla de cacahuete—¿La vas a recuperar?

—El médico es muy positivo al respecto —contesta Jisung, mirándome—Y si no la recupero, crearemos nuevos recuerdos.

Sonrío, muy a mi pesar, al notar la mano de Chaeyoung en mi brazo. Miro a mi suegra y la expresión que veo en su cara me infunde ánimos.

—Gracias por quedaros con ellos —digo de corazón.

Ella me da un golpecito en el brazo antes de quitarme la bolsa de plástico vacía que sostengo en la mano.

—Anda, calla —responde, y tira la bolsa a la basura.

Pongo los ojos en blanco y me acerco a mi chico y a mis hijos, sumándome a la animada conversación. Me sitúo detrás de Jisung, le rodeo la cintura con los brazos y apoyo la barbilla en su hombro. Él pone sus manos en las mías y ladea el cuello para poder verme.

—Papá, por favor... —suspira Sana, y pierde el interés en la conversación y vuelve con su iPad.

Por su parte, Jeongin parece absolutamente encantado con mi despliegue de afecto en público. Pues claro. Es normal que papá no suelte a mamá. Sonríe, el dedo embadurnado de mantequilla de cacahuete, su atención fija en nosotros.

Jisung lanza un suspiro y se recuesta en mí.

—Tengo la sensación de que así es como deberían ser las cosas — asegura, y parece un poco triste, como si se diese cuenta de lo mucho que los ha echado de menos.

—Porque así es como deben ser. —Lo beso en el pelo antes de apartarme de él—A ver, ¿qué hago de cena?

Me dan tres opciones distintas, todas a la vez. Y sonrío, porque así somos nosotros.

DemolitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora