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A la mañana siguiente, estoy listo. He llamado al doctor Jiwon para asegurarme de que no estoy presionando demasiado a Jisung, y él me ha tranquilizado diciéndome que mi plan de revisitar parte de nuestro pasado es buena idea. Pero que no sea muy duro con él, y la advertencia me ha parecido una puta estupidez. También hemos comentado las cositas que empieza a recordar, las palabras, y se ha mostrado entusiasmado. En general, me siento bastante bien.

El beso de anoche... fue solo un beso, pero a mí me llegó al alma. Sentí que Jisung me daba esperanza. Hizo que volver a dormir solo fuese un poco más soportable.

—¿Qué miras? —pregunto cuando me doy cuenta de que me está mirando de arriba abajo en la entrada, sus ojos escrutando mi largo esqueleto.

—Es que no te veo llevando pantalones de cuero.

Se está estrujando la cabeza tanto que tiene la frente fruncida.

—Claro que tampoco te veía como dueño de un club de sexo.

Me mira a la cara y se encoge ligeramente de hombros.

—Supongo que ambas cosas van de la mano.

Suelto una carcajada.

—No es lo que crees —le aseguro con una risita mientras le ofrezco unos pantalones de cuero—Estos son los tuyos.

—Madre mía, ¿qué será lo siguiente que saques? ¿Un látigo?

Hago una mueca de disgusto y dejo caer el brazo al costado.

—Látigo no hay

—Uy, mierda.

Cierra la boca, de pronto se siente incómodo.

—Me imagino que el tema látigos es mejor no tocarlo, ¿no?

—No es la parte más emocionante de nuestra historia.

Le doy el pantalón y lo coge, aunque con cierta cautela, no porque se siga preguntando qué estamos haciendo y por qué debe ponérselo, sino porque su cerebro le da vueltas a aquel episodio terrible.

—Me dijiste que yo también te castigué —dice, mirando los pantalones que tiene en la mano—Tú te castigaste pidiendo que te azotaran, pero ¿cómo te castigué yo?

Me da un escalofrío, el restallar del cuero en su espalda resonando en mi cabeza como la tortura perfecta. Aunque acabé entendiendo las razones que me dio en su día, eso no hizo que aceptarlo resultara más fácil. Me asalta una ira que amenaza con aflorar mientras le dirijo una mirada de advertencia y cojo las llaves y las gafas.

—Preferiría no revivir uno de los peores momentos de mi vida.

Pero mi respuesta solo consigue despertar su curiosidad, y Jisung, fiel a su estilo, insiste.

—Algo me dice que no es que pasara de tu culo unos días. O que no te dirigiera la palabra. Así que ¿cómo te castigué?

—No tiene importancia.

Voy hacia la puerta, deseoso de poner fin a esta conversación. Tonto de mí. Eludir preguntas y desviar la atención de Jisung cuando empezamos a salir fue lo que me metió en aquel lío. ¿Es que no aprendo?

—Tu lenguaje corporal no dice lo mismo —aduce, haciendo que me pare en la puerta—Habla.

Que hable. ¿Se lo creerá? Yo no podía creérmelo en su momento y fui testigo de la pesadilla que se desarrollaba ante mis ojos. Aquel cabronazo dándole latigazos, su cuerpo laxo. Trago saliva y me vuelvo para enfrentarme a él y a mi responsabilidad.

—No me estabas castigando por acostarme con otra.

Se estremece cuando le refresco la memoria, y aunque ver eso me duele, una parte enfermiza de mí agradece su reacción. Porque es una muestra más de que le importo. Imaginarme con otra mujer le duele. Incluso ahora, que no me conoce.

DemolitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora