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Pov Jisung.

No le reconozco. No visualmente, al menos, pero mi cuerpo parece saber exactamente quién es. Es como si me resultara familiar aunque no consiga situarlo. Es atractivo, muy atractivo; lo veo incluso detrás de su mirada cansa. Su aroma, una mezcla de agua fresca y la menta. Su rostro, transformado por el estrés, es duro pero suave. Sus ojos marrones estás tristes pero esperanzados. Me mira como si fuera su salvador y su pasión. Me siento perdido. Perdido y desconcertado. Escucho lo que me dicen, el médico, mi madre, y me resulta imposible entender de qué están hablando. Estoy casado. Tengo unos mellizos de nueve años. No tengo veinte sino veintinueve. Es una locura, y si no fuera por mi madre, la mujer en la que más confío del mundo, que reafirma lo que dice el médico, no me lo creería.

El hombre que me cuentan que soy no se parece en nada en mí. Impaciente al casarme al mes de conocer a ese hombre y quedar a los pocos tiempo después embarazado de los mellizos.

Aún así, ese hombre que ha estado aquí casi constantemente hace que se me remueva algo dentro. Mi corazón se acelera cuando está aquí. Y siento que mi cerebro intenta arrancar, intenta recuperar los recuerdos perdidos. ¿Recuerdos sobre él? Soy su esposo y también tengo dos niños. No tengo ni idea de cómo hacer cualquiera de esas dos tareas.

Tengo que irme a casa con un hombre que no conozco. Tengo que cuidar de dos niños que no recuerdo. El hombre, mi marido, intenta darme consuelo. Cuando me abrazó y me dejó llorar sobre su pecho, de repente ya no me sentí perdido. Me sentí a salvo

DemolitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora