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La ceremonia fue bonita, la pequeña iglesia de un pueblo a las afueras de la ciudad repleta de orquídeas blancas y con unas docenas de invitados. Felix y Jisung lloraron como dos niños pequeños. Y Yuna estaba espectacular, con su vestido largo de raso. No creo haber visto nunca a Nichkhun sonreír tanto, como si estuviese en el séptimo cielo todo el tiempo, y la pequeña Victoria tenía una sonrisa de oreja a oreja.

Al llegar por fin a la engalanada carpa del pintoresco pueblo, tras se abordados por fotógrafos, nos dividimos en grupos. Cuando nos abrimos paso por las ondeantes gasas de la entrada, veo a Hyunjin con Yeji en brazo. Sana sale disparada al ver que Victoria está ayudando a servir copas de ponche a los invitados, siempre dispuesta a echar una mano, y Jeongin va por las mesas para averiguar dónde están nuestros nombres en las tarjetas.

Jisung va al cuarto de baño, y me acerco a Hyunjin, la vista clavada en el pequeño tesoro que sostiene en el brazo izquierdo. Si hace un instante yo tenía las manos vacías, ahora tengo a una niña. Miro a Hyunjin alarmado.

—¿Qué haces?

—Dame un minuto. Se me olvidó sacar del coche la bolsa con las cosas de Yeji. —Y se marcha antes de que yo pueda decir nada, dejándome para que me las arregle solo.

Torpe a más no poder, la acomodo con cuidado en el brazo. Con mucho cuidado. Soy un manojo de nervios. Hice esto un millón de veces con mis hijos, pero de eso hace mucho mucho tiempo. Miro su preciosa carita. Tiene el pelo de Felix, castaño y brillante, incluso ahora, pero los ojos clavados de de Hyunjin.

Está despierta, se lleva las manos a la boca. Recuerdo esas señales: tiene hambre. Sonrío, llevando el dedo índice a su mejilla y acariciándole la suave piel de bebé.

Me asalta un millón de recuerdos, cosas que había olvidado recientemente con el caos de nuestra vida. Como cuando los mellizos dormitaban en mi pecho, con Jisung hecha un ovillo a mi lado. O cuando hacía malabares para darles el biberón a los dos, una técnica que perfeccioné hasta convertirla en un arte. Lo deprisa que supe que Jeongin tenía más paciencia que Sana, así que me ocupaba del pañal sucio de la niña primero. La dicha que solía producirme el baño, al ver sus pequeñas extremidades golpeando los centímetros de agua. Y ese olor. Un olor del que no me cansaba nunca. Un olor a bebé puro, perfecto. Era como un sedante, podía hacer que me durmiera. Y a menudo era así.

—Eh, tío, ¿estás bien?

La pregunta de Hyunjin me saca de mis reflexiones, dejo de tocarle la mejilla a Yeji y me aclaro la garganta mientras se la devuelvo a su padre. Hyunjin le besa la cabeza a su hija.

—Creo que el tío Minho quiere tener niños.

Hago un gesto de burla por hacer algo, para ocultar el secreto que guardamos.

—Se acabaron los niños. —Mentira podrida—¿Dónde está Felix?

—Ha ido al servicio, y luego quiere buscar un sitio tranquilo donde poder dar de comer a Yeji.

Se oye un aplauso atronador cuando Nichkhun y Yuna entran en la carpa, toda la atención centrada en ellos. Y cuando Nichkhun inclina teatralmente a Yuna y le da un beso de infarto, el ruido sube unos miles de decibelios.

Yeji empieza a chillar, los estridentes sonidos imponiéndose a los vivan los novios.

—Mierda, es la hora de la cena y el ruido la cabrea.

Hyunjin va en busca de Felix y yo me acerco a Nichkhun y lo aparto de una Yuna que me mira ceñuda de broma.

—Solo te lo robaré un minuto —le aseguro con descaro mientras lo aparto—Enhorabuena, cabronazo.

DemolitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora