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Situación delicada.

Las palabras dan vuelta en mi mente mientras ando por el pasillo desesperado por estar junto a Jisung. A no ser por Changwook, que me retiene, ya habría echado abajo las puertas del quirófano y amenazado a los médicos con su vida si no lo salvan. Sus padres están en shock, callados, sentados en las duras sillas de metal del pasillo, Jake consuela a su mujer cada vez que las lágrimas la invaden y se derrumba. A cada segundo que pasa sin noticas, el dolor de mi corazón se intensifica. Un dolor muy profundo.

Dejo de andar, me siento en el suelo con la espalda contra la pared y miro las luces fluorescentes del pasillo. Lleva horas ahí metido.

Una mano me toca el hombro y Jake me ofrece una débil sonrisa.

—Felix acaba de mandarnos un mensaje, los niños están bien. Hyunjin y él no les han dado muchos detalles, hasta que no sepamos que está pasando. Felix ha dicho que se los quedará esta noche y que por la mañana los llevará al colegio. Creo que lo mejor será que por ahora mantengamos toda la normalidad posible.

Asiento, un torrente de culpa me asalta. He estado tan centrado en mi preocupación por Jisung que apenas he pensado en los niños. Qué se les estará pasando por la cabeza. Cómo se estarán sintiendo.

—Gracias Jake.

—¿Vas a llamarlos?

—Les mandaré un mensaje. No me veo capaz para decirles algo.

Asiente compresivo.

—Chaeyoung y yo vamos a tomar un poco el aire y a comprar algo para beber. ¿Quieres que te traigamos agua?

—Estoy bien.

—Traele agua—interviene Changwook.

No discuto. No tengo fuerzas.

Cuando los padres de Jisung se han ido, Changwook me arrastra hasta una silla y me obliga a sentarme. Me dejo caer de golpe e inmediatamente vuelvo a sentirme inquieto. Necesito que alguien venga a decirme qué coño está pasando.

—Se pondrá bien—afirma Changwook.

Su voz normalmente grave ahora es suave y reconfortante, aunque no me tranquilice. Él no ha visto la sangre y su pálido rostro.

Apoyo los codos en las rodillas y hundo la cara en las manos.

—Debe de estarlo, Changwook. Porque, si no tengo a Jisung, prefiero morirme yo también.

—No digas eso, pedazo de gilipollas. Tienes que ser fuerte. Por los mellizos y por Jisung. ¿Me estás escuchando?—Alza la voz para luego volver a su habitual murmullo penetrante.

Asiento. Esto es patético. Pero antes de que pueda responder, las puertas de la zona de quirófano se abren y yo me levanto de mi asiento de un salto.

—Doctor.

El corazón se me dispara y el estómago da saltos mortales.

—Señor Lee, soy el doctor Jiwon.—Su expresión es solemne—Por favor, siéntese.

—No.

El doctor cede sin más y Changwook se pone de pie y se coloca a mi lado.

—Señor Lee, su esposo ha recibido un golpe bastante serio en la cabeza que le ha causado una inflamación grave en el cerebro. Un corte importante en la pierna ha seccionado una arteria principal. Entre eso y la herida en la cabeza, ha perdido casi el ochenta por ciento del volumen de sangre de su cuerpo, por lo que durante las próximas veinticuatro horas nos esforzaremos en que lo recupere con una serie de transfusiones. Ahora mismo se encuentra estable pero en estado crítico. Le haremos otro TAC por la mañana para ver si ha habido mejora, pero el alcance de los daños no se sabrá hasta que...—Se calla un momento y se aclara la garganta—Hasta que recobre la consciencia.

Sé perfectamente que ha evitado decir "Si". Si recobra la consciencia.

—El resto de las heridas son bastantes superficiales. Las radiografías confirman que no hay nada roto. Parece que la peor parte se la ha llevado la cabeza.

Mi mente se esfuerza por asimilar el torrente de información.

—Daños—susurro—Ha dicho "daños". ¿Quiere decir daños cerebrales?

—No puedo descartarlo, señor Lee. Vamos a trasladar a Jisung a la UCI.

Y en cuanto lo dice, las puertas se abren de nuevo y dos celadores seguidos de una enfermera empujan la enorme cama de hospital hacia el pasillo.

Abro la boca como si fuera a toser y un débil sollozo me obliga a tapármela.

—Se pondrá bien.—Vuelve a decir Changwook.

Pero esta vez sé que no lo cree de verdad. Imposible.

Apenas puedo verlo entre los tubos, cables y máquinas. Pero lo que veo hace que mi corazón se ralentice hasta el punto de que podría pararse. Mi precioso niño está gris, por la pérdida de sangre. Parece tan destrozado.

Me siento como si estuviera en el umbral de la mayor pérdida a la que podría enfrentarme.

DemolitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora