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El habitual nerviosismo disminuye a medida que nos acercamos al dormitorio. Hoy hemos dado un gran paso adelante. ¿Sería demasiado pedir...?

—Buenas noches. —Se vuelve en la puerta y pone la mano en la manija, mordiéndose el labio al girarse.

Me muero por dentro. Una y otra vez. Me muero.

—Buenas noches.

Me doy la vuelta deprisa y voy al cuarto de invitados antes de que él me vea la cara de desolación. Está claro que es pedir demasiado. Cierro la puerta sin hacer ruido, me desnudo y me meto en esa cama que tan poco familiar me resulta, que es fría y solitaria.

Me paso horas dando vueltas, no hay forma de quedarme dormido, aunque tampoco es que me sorprenda. Estoy a punto de darme por vencido e irme al sofá cuando oigo algo en el descansillo. Preocupado, me dispongo a levantarme para ir a ver cómo está Jisung cuando el sonido de la puerta al abrirse me paraliza. La luz entra en la habitación por la pequeña rendija y se dibuja la silueta de un cuerpo que reconozco. Me tumbo despacio. El corazón empiece a martillearme en el pecho. No me atreva a mover un puto dedo. Cruza la habitación de puntillas y aparta un poco la sábana para meterse en la cama conmigo. Soy como un estatua, dejo que me levante el brazo para acurrucarse a mi lado. Se acomoda y me pone una mano en el pecho. Es uno de los momentos más bonitos de mi vida. Tan sencillo, pero tan significativo: no puede dormir sin mí. Me da lo mismo que nos separe una barrera de tela. Me da lo mismo que técnicamente esa no sea la postura adecuada. Entonces suspira y se mueve, se me sube al pecho y extiende su cuerpo sobre el mío, la cara en mi cuello. Sonrío aspirando su olor discretamente, le paso un brazo por la espalda y la estrecho contra mí.

En cuestión de minutos escucho su respiración acompasado, y poco después me pesan los ojos. El hecho de que no sea nuestra cama y tenga bultos carece de importancia. Podría estar en una cama de clavos y sentirme satisfecho. Porque Jisung está aquí conmigo.

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Mi adormilado cerebro me dice que no me mueva, pero no estoy seguro de cuál es el motivo. Soy consciente de que estoy hecho un ovillo junto a Jisung, pegado a su espalda, a gusto. Y soy consciente de que hacía más de una semana que no dormía así de bien. También soy consciente de que algo me está creciendo entre las piernas y su culo. Esa es la razón por la que no debo moverme. Sin embargo, Jisung no capta la advertencia. Su cuerpo empieza a estirarse, y él gime. «Mierda». Mis músculos se tensan, mi cuerpo se queda inmóvil, y contengo la respiración mientras me clava el culo, desatando el caos más absoluto en mi polla y mi cabeza. Por Dios, ¿qué clase de tortura es esta?

Luego, de repente, Jisung se queda quieto, mi erección atrapada entre sus muslos, y a mí me rechinan los dientes mientras intento lidiar con esa sensibilidad que me tortura.

—Uy... —dice, y se sacude ligeramente, como si el puto dolor que siento no fuese suficiente.

—No te muevas, Jisung —aviso. La tengo tan dura que se me podría partir—Por favor.

—Lo siento.

—Deberías sentirlo.

Tengo que salir de la cama antes de que el radar de mi polla se imponga y dé con su objetivo. Parte de mí lo quiere. A decir verdad, la mayor parte de mí lo quiere. Podría devolverle la memoria a base de polvos. Me abofeteo mentalmente por pensar de manera tan irracional. Claro que el hecho de que sea tan irracional es una de las cosas que a Jisung le gustan de mí..., ¿no?

«Joder, Minho, soluciona esta mierda ya mismo».

Cesa el movimiento y Jisung espera pacientemente a que me concentre para que se me baje la erección. Cinco minutos después sigo teniéndola como una piedra.

DemolitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora