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Abro la puerta de casa y tiro las llaves sobre la mesa del recibidor. Jisung ha estado muy callado desde que salimos de La Mansión, pensativo y meditabundo. Y sé que está tratando de asimilar que un día su marido fue el propietario de un exclusivo club de sexo. Siento como si mi pasado, con todos los secretos y las duras realidades, hubiese regresado a toda prisa para ahogarme de nuevo, aunque de un modo completamente diferente. Joder, nunca había sentido una impotencia tan grande.

—Háblame de nuestra primera cita —dice mientras se instala en la isla de la cocina y yo saco agua de la nevera.

¿Nuestra primera cita? Dios, ahora sé que se está imaginando algo romántico. Flores, sentimientos y sonrisas. Y hubo todo eso, solo que no de la forma que probablemente piensa.

—Es un poco... singular.

Bebo agua, cierro la puerta y me arriesgo a echar una miradita con disimulo por encima del hombro.

—¿Singular?

—Nuestra relación no es muy convencional. Nunca lo ha sido. —Me muerdo el labio inferior, preguntándome por dónde empezar—Deberíamos ir al salón para estar más cómodos.

Le paso el agua y, sin pensar, lo cojo en brazos para llevarlo hasta el sofá de terciopelo cepillado que hay junto a la chimenea del salón.

No dice ni una palabra, pero prácticamente puedo ver cómo se le arremolinan los pensamientos en la mente. Estar siempre intentando adivinar lo que se le pasa por la cabeza me está volviendo loco.

—¿En qué piensas? —le pregunto mientras la dejo en el sofá y me siento a su lado.

Eleva los pies para extender las piernas y hace una mueca de dolor que me impulsa a ayudarlo a levantar su pierna herida. Después, observa la magnificencia de nuestro salón.

—Pienso en que esta habitación tiene mi sello en cada detalle.

Sé que no es en eso en lo que estaba pensando, pero le sigo la corriente y contemplo también la decoración en blanco roto y carmesí. Es mi estancia favorita de la casa por ese preciso motivo. Es obra de mi chico, innegablemente.

—Nunca estuviste del todo contenta con ella.

Yo no entiendo por qué, para mí es perfecta, pero Jisung siempre decía que le faltaba algo, y no lograba saber qué.

—A las cortinas les falta algo en la parte superior —dice de repente.

Lo miro y veo que está observándolos.

—¿Algo como qué?

—Algo decorativo en los pliegues de lápiz. Un cristal aquí y allá, tal vez. —Niega con la cabeza y dirige su atención hacia mí—¿Por qué sonríes?

—Por nada.

Apoyo un pie en la mesita de café y me relajo hacia atrás lo mejor que puedo sin que Jisung esté en mis brazos. Me entran ganas de tirar de él para tenerlo más cerca. Toda esta cortesía es muy extraña, y dolorosa de cojones.

—¿Y bien? Nuestra primera cita —insiste, y me saca de mi ensimismamiento.

Dejo caer la cabeza a un lado para mirarlo.

—Depende de cuál sea tu concepto de primera cita.

—Ay, Dios, ¿fui fácil?

No puedo evitar soltar una carcajada. ¿Fácil? Joder, ojalá.

—En absoluto. Y eso me volvió loco.

—¿Pero salí contigo en plan cita?

—Tuvimos sexo bastantes veces antes de que te llevase a cenar.

DemolitionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora