Destinados

Capitulo 8

La compañía había sido capturada por unas inmensas arañas, seres que habían armado su madriguera en aquel bosque oscuro.

Todos habían sido envueltos en capullos de tela, inconscientes por el veneno de estas arañas, pero Bilbo pudo recobrar el conocimiento, había un objeto que lo protegía, que debía mantener a su portador a salvo en aquel bosque.

El hobbit logro deshacerse de algunas arañas, y libero a los enanos. Pero una docena de arañas se acercaban rápidamente, hambrientas y sedientas de sangre.

Narwen había escuchado los gritos de Thorin y Dwalin, que peleaban con dos arañas. Corrió, siguiendo el sonido de los gritos y golpes, y así logro llegar a ellos. Guardo su espada y tomo su arco, odiaba aquellas alimañas, por lo que las mantendría lo más alejadas posible. Tomo una flecha de su espalda, la tensó en su arco y disparo contra una que atacaba a Nori. Se fue metiendo de lleno en la pelea, derribando arañas de sus telas.

Los enanos arremetían contra estas, jalando sus patas y desprendiéndolas de su cuerpo, golpeando sus cabezas, cortando lo que se les atravesara en el camino. Una de las arañas tomo a Kili, alejándolo del grupo.

La compañía se agrupo y comenzó a correr, debían alejarse de aquel nido. Una araña descendió frente a ellos, Thorin sostuvo su espada listo para atacar, mientras Narwen tenia su arco preparado para atravesar la cabeza de aquella cosa. Pero una presencia los hizo detenerse.

De entre los arboles vieron una silueta correr, brincar de rama en rama, bajar por una de las telas de aquellas criaturas, para deslizarse por debajo de la araña y destriparla. Un elfo, de larga cabellera rubia y ojos intensamente azules estaba frente a ellos. Al terminar con la araña, el elfo se dirigió hacia Thorin, apuntando su arco hacia él. Narwen no lo dudo, tenso una flecha hacia aquel desconocido. Pronto varias flechas la estaban apuntando a ella y al resto de los enanos, el elfo no estaba solo.

—No creas que no te matare, enano. Sería un placer. —amenazo el elfo.

A la compañía no les quedo más alternativa que bajar las armas.

A lo lejos oyeron la voz de Kili, pidiendo auxilio, fue en ese momento que se percataron de que este no estaba allí con ellos. Fili quiso ir detrás de él, pero un elfo de cabello marrón lo detuvo. A los pocos minutos vieron como Kili era traído por una elfa de roja cabellera.

Cada uno fue despojado de sus armas. Revisaron todos los bolsillos de los enanos, quitándoles todo lo que llevaban consigo.

Narwen por otra parte, fue desarmada por el elfo que comandaba al grupo.

— ¿Qué hace una elfa con un grupo de enanos? —escupió casi con desprecio.

—Dime cuál es tu nombre y responderé a tu pregunta. —lo desafió. —Soy Legolas Greenleaf, príncipe del Bosque Negro. Estas en mis tierras, te recomendaría que seas cortés y hables si no quieres terminar en un oscuro calabozo. —Narwen sonrió de lado.

—Mi nombre es Narwen. —no revelaría su origen, no quería privilegios y no quería tener que escuchar nada referente a que como podía Lord Elrond dejar a su hija, la princesa de Imladris, partir junto a una manada de enanos odiosos.

Legolas frunció el seño, y se alejo de aquella extraña y loca elfa, porque eso es lo que creía, que esa mujer estaba completamente loca al viajar con asquerosos enanos.

El príncipe empezó a registrar a uno de los enanos, le quito de entre sus ropas, un relicario, que tenía las fotos de su mujer y su hijo Gimli. Narwen enfureció al oír como el elfo se burlaba de la familia del enano, sin dudas los elfos de allí, no eran para nada parecidos a los de su tierra.