Capitulo 22

613 54 3
                                    

El trayecto en bote era largo. 

Habían dejado atrás las tierras de Lothlorien, navegando por distintos lugares. Tres botes fueron los que habían sido obsequiados por Galadriel, por lo que se dividieron en grupos de tres. Aragorn, Sam y Frodo iban en uno, Boromir, Merry y Pippin en otro, y Legolas, Gimli y Narwen en el restante.

La elfa notaba en el rostro de Gimli la pena. Antes de partir había notado que la Dama le había dado algo al enano, envuelto en una fina seda azul, pero no había podido ver de qué se trataba. Pensó en hablarle, pero el enano respondió antes de que siquiera ella preguntara. Sabía que la elfa se preguntaba que le ocurría.

–He recibido mi peor herida con esta partida habiendo mirado por última vez a la que es la más bella. De ahora en adelante, no llamare a nada bello al menos que sea su regalo. –Narwen observo a Legolas quien remaba detrás de Gimli. Noto como el elfo fruncía ligeramente el ceño.

– ¿Cuál fue su regalo? –

–Le pedí un pelo de su dorada cabellera. Ella me dio tres. –ambos rieron.

– ¿Ya no crees que es una bruja del bosque que hechiza a los hombres? –se burló la elfa.

–Narwen, no me lo recuerdes. Fui un enano estúpido al pensar de esa forma. Si la Señora me hubiera pedido que me cortara la lengua por tal calumnia, sin dudas lo habría hecho. Fue muy estúpido de mi parte pensar así de tan hermoso ser. –Narwen se llevó la mano a la boca para ocultar su risa. Sin dudas su pequeño compañero había quedado totalmente obnubilado.

– ¿Y qué harás con su obsequio? –Legolas sentía curiosidad. No cabía en su imaginación que podría hacer un enano con el cabello de un elfo.

–Cuando vuelva a las Montañas Azules, construiré un cofre y colocare sus cabellos allí. Así podre admirar cada dia el obsequio más bello que recibí jamás. –aquello a Narwen le pareció sumamente tierno. Gimli admiraba a Galadriel como nunca lo había hecho nadie.

–Puedo obsequiarte un par de mis cabellos también. Como recuerdo de nuestra aventura. –bromeo, lo que hizo a Legolas carcajear. Gimli se movió inquieto, pues comprendía que ambos estaban mofándose de él.

–Creo que será mejor que se lo regale al Principito de aquí, él seguro estará feliz de tenerlo. –si Gimli quería avergonzar a Narwen, lo había logrado. Las mejillas de la elfa se tornaron rojas cual dos jugosas manzanas. Legolas por su parte, solo rio. No tenía dudas que él atesoraría cada cabello de Narwen como si de la cosa más bella del mundo se tratara.

Los botes navegaron por el estrecho rio, hasta desembocar en otro rio mucho más ancho. Serpentearon por distintos lugares, hasta que el sol comenzó a caer. Sabían que navegar a oscuras no era una muy buena idea, por lo que decidieron orillarse y descansar. En cuanto el amanecer comenzó a asomarse en el horizonte, la compañía se puso en pie y regreso a los botes. Dejaron atrás los verdes bosques, para llegar a una zona rocosa. Delante de ellos aparecieron dos enormes estatuas.

–Frodo. Los Aragornath. Mis antepasados. –señaló el montaraz hacia las dos estatuas de tamaño descomunal. Dos hombres, ataviados con unas túnicas y unos yelmos sobre su cabeza, extendían sus manos, anunciando a los viajeros que debían detenerse. Aquello asustaba a más de uno años atrás, pero para ellos no era así. Guiaron a los botes para pasar entre medio de los enormes pies de piedra.

El rio allí se había ensanchado kilómetros, pero la compañía decidió no detenerse por aquello, sino por la cascada que apareció delante. Llevaron sus botes hacia la orilla más cercana.

Sam decidió encender una pequeña fogata para cocer un poco de comida. Mientras Aragorn sacaba algunos costales del bote.

–Cruzaremos el lago cuando anochezca. Esconderemos los botes y seguiremos a pie. Nos acercaremos a Mordor por el Norte. –indico el montaraz.

DestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora