Capitulo 26

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Unos cabellos rozaron su frente, la cual estaba mojada por el sudor. Sentía que su cuerpo se movía, pero sus piernas permanecían quietas. Poco a poco fue abriendo sus ojos, intentando acostumbrarse a la intensa luz del sol.

Con sus manos noto que estaba sobre un caballo. Brego. Imágenes de lo que había ocurrido, comenzaron a surcar su mente. Recordaba que había caído junto a Narwen por el precipicio, pero ambos habían salido ilesos. Algunos fragmentos de la elfa, subiéndolo al animal cruzaron la marea de recuerdos. Sus últimas palabras habían quedado grabados en sus oídos, y sabía que no debía olvidarlas.

Enderezo su cuerpo y animo a Brego a ir más rápido.

Las colinas de Rohan eran elevadas, por lo que podía observar hacia el horizonte en cada una de ellas, observando el terreno con claridad. Fue en una de estas en la que vio a varios kilómetros, un ejército de miles de Uruk, marchando hacia el Oeste, hacia el Abismo. Aragorn sabía que no podía perder tiempo, debía llegar al Abismo de Helm, para alertar a todos, para prepararse para la batalla inminente. Ordeno a Brego a correr.

El montaraz no se detuvo a descansar cuando la noche cayó. Para cuando el sol había llegado a su punto máximo, Aragorn estaba frente a la gran fortaleza. El Abismo de Helm estaba ubicado entre dos enormes montañas.

Mae carnen, Brégo, mellon nîn. (Bien hecho, Brégo, amigo mío). –acaricio su cuello en agradecimiento. Sabía que sin él, no lo habría logrado.

Cabalgo hasta la rampa que llevaba a las puertas del lugar, donde unos guardias no dudaron en abrir sus puertas cuando notaron de quien se trataba. Junto a Brego, se dirigió por los pasillos, donde los habitantes de Rohan lo observaban sin creer que aquel hombre que había caído al vacío, mientras peleaba contra un huargo, estaba allí, vivo. Muchos también se lamentaban por no ver a la elfa, quien también había caído por el precipicio. Creían que no había sobrevivido.

Gimli se encontraba sentado sobre unas escalinatas cuando vio unos niños correr. Los infantes gritaban que un hombre había vuelto de la muerte. Aquello lo hizo correr. Noto que un grupo de personas rodeaban a alguien, por lo que se acercó, empujando a todos para hacerse paso.

– ¿Dónde está? ¡Quítense! ¡Lo voy a matar! –luego de quitar a dos personas de su camino, llego donde estaba Aragorn. Lo noto con varios cortes en su ropa, pero en pie, y vivo. – ¡Eres el hombre más afortunado, más astuto y más temerario que he conocido! ¡Bendito seas muchacho! –lo abrazo, sin importarle que aquello no fuera algo digno de un enano. Había llorado tanto la pérdida de ambos, que no le importaba abrazarlo frente a todas aquellas personas. –Por favor Aragorn, dime que Narwen... dime que está bien. –el corazón de Gimli esperaba que fuera así. Desde que habían llegado al Abismo de Helm, Legolas se había alejado, pasando el tiempo en soledad. El enano había intentado más de una vez molestarlo, intentar conseguir alguna reacción del elfo, pero nada funcionaba. Sabía que el corazón de Legolas se había quebrado, que ya no le importaba morir y aquello era algo que le preocupaba. Se golpeaba mentalmente por importarle la vida de un elfo, pero en Legolas había encontrado un aliado.

–No la veremos por un tiempo, amigo. Pero no debes preocuparte, ella está bien. –Gimli suspiro, y no pudo evitar sonreír y sentirse aliviado. –Gimli, necesito ver al rey, ¿dónde está? –noto la preocupación en el rostro del montaraz, por lo que con un movimiento de cabeza le indico donde podía encontrarlo.

Legolas estaba en los establos, alimentando a Arod. Luego de la batalla que habían tenido, sabía que el animal necesitaba un buen alimento. Había conseguido unas manzanas, y como su estómago estaba cerrado, decidió dárselas a Arod. Había permanecido alejado de todos, incluso evitaba a Gimli. Sabía que el enano intentaba levantar su ánimo, pero él había perdido toda felicidad.

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