Capitulo 7

923 61 4
                                    

El ultimo día no había sido fácil para la compañía. Azog, el profanador, el gran orco que montaba un wargo blanco, iba detrás de la cabeza de Thorin. No podían detenerse por ningún motivo.

Gandalf conocía de un lugar, el cual podía ser seguro para recobrar fuerzas. De seguir así, el cansancio los alcanzaría, y con él, el gran orco pálido.

Se detuvieron entre unas montañas, las rocas les proporcionaban un poco de seguridad, allí no podrían ser vistos de momento.

—Bilbo, sube y observa hacia el horizonte. Ve si nos siguen el paso. —pidió el mago al joven hobbit. Este sin perder tiempo, escalo hacia la roca más alta, y allí pudo ver al orco que había enfrentado hacia nada más que un día. Lo veía furioso y lleno de sed de venganza.

Azog y su grupo siguió corriendo por un sendero de roca, sabía que estaban cerca, y sabia que tarde o temprano los encontraría.

Bilbo estaba por bajar a informarle al resto sobre lo que había observado, pero otra bestia apareció a escasos metros. El hobbit se oculto rápidamente, y descendió procurando no hacer ruido. Ya tenían suficiente con Azog como para sumar una criatura más.

—La manada está demasiado cerca, a un par de leguas como mucho. Pero eso no es lo peor. —soltó apenas se acerco a la compañía.

— ¿Han detectado nuestro rastro? —pregunto Dwalin.

—No, pero lo harán. —Narwen sabía que los orcos podían detectar los olores con facilidad, no tardarían en dar con ellos. —Tenemos otro problema. —todos observaron a Bilbo, esperando que contara que es lo que había visto allí arriba. —Hay algo ahí afuera. —

— ¿Qué forma tenia? —pregunto el mago. — ¿La de un oso? —

El hobbit se sorprendió al notar que Gandalf sabía sobre aquella bestia.

—Sí, pero más grande. Mucho más grande. —respondió.

— ¿Sabias algo de esta bestia? —Bofur fue el único que pudo preguntar algo. Sin embargo Gandalf no respondió. El grupo empezó a pensar en buscar otra salida, otro camino, pero el mago sabia que ningún lugar era seguro, excepto una cabaña a unos kilómetros.

—Hay una casa, no muy lejos de aquí, donde podríamos refugiarnos. —explico el mago.

— ¿La casa de quien? ¿Amigo o enemigo? —Thorin no confiaba en extraños, no era nada nuevo.

—Ni lo uno ni lo otro. Nos ayudara o nos matara. —todos quedaron en silencio, dilucidando sus opciones, pero la verdad es que opciones es lo que les faltaban. Todos concordaron en que su única elección, era aventurarse hacia la casa de aquel extraño.

Descendieron la montaña, cruzaron pequeños y poco profundos ríos, corrieron por un gran bosque. Podían oír los wargos detrás de ellos, y un gran gruñido retumbo en aquel bosque. Sin perder tiempo, corrieron detrás de Gandalf. Cruzaron los frondosos árboles, llegando a una extensa y verde pradera. Allí, a lo lejos, pudieron ver una cabaña inmensa.

Narwen y Thorin voltearon a ver, habían oído que algo los estaba cazando. De entre dos grandes pinos, apareció un gran oso negro, gruñendo furioso.

— ¡Abran la puerta, ahora! —grito Escudo de Roble al ver que los que habían llegado a la puerta, aun no la abrían. Narwen se adelanto a la masa de enanos que se agolpaban en la entrada de la cabaña, y levanto la madera que trababa aquella puerta. En segundos, toda la compañía ingreso, apurándose en cerrar la puerta para evitar que aquel animal entrara y los destripara. El oso se abalanzó, pudiendo solo meter parte de su hocico, fallando en su tarea de devorar un enano. Entre empujones y gritos, lograron cerrar y trabar aquella puerta.

DestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora