Narwen se encontraba parada al lado de la ventana de la casa de Bardo, observando hacia el exterior, donde dos hombres pescaban en un pequeño bote. Noto que aquellos individuos eran espías del gobernador, ya que no tenían carnada alguna en sus anzuelos. Esperaba que se retiraran pronto para poder marchar de allí.
— ¿Estas bien? —Fili se acercó, no había tenido mucho tiempo de hablar con ella, y necesitaba saber si se encontraba bien después de haber nadado en aquellas aguas heladas.
—Sí, estoy bien. —contesto sin despegar la mirada de la ventana. Fili se sentía vacío, necesitaba que ella lo mirara, necesitaba ver aquellos orbes azules penetrando en su alma.
— ¿Cómo está tu mano? —sin pedir permiso, tomo la mano de ella, desarmando el vendaje. El corte ya había comenzado a cerrar. En un par de días aquella herida solo formaría parte del pasado.
—No he podido pensar mucho en ella, pero no siento dolor. El ungüento que use en ti y en mi mano fue hecho por mi padre. Es medicina élfica, puede curar muchas heridas. Lamento tanto el no tener mi bolsa, quizás podría ayudar un poco a tu hermano. —Fili seguía sosteniendo su mano. Se sentía muy mal por el estado de Kili, pero quería no pensar en eso. Estaba encerrado en una casa, sin poder salir a buscar ayuda para su hermano. No quería seguir torturándose. Tomo la venda y volvió a tapar su mano, terminando con un bello moño.
—Has hecho mucho por nosotros. No te mortifiques. No tengo nada que reprocharte. Te hiciste esto por mí, y es algo que nunca olvidare. —el enano frotaba su pulgar sobre los nudillos de Narwen. Sentía como si las fraguas de Erebor estuvieran llameando dentro de su pecho. Sabía lo que sentía, no era tonto. Comprendía porque su estómago se comprimía cuando la veía luchar, porque su corazón estaba al borde de estallar con solo rozar su piel. Sabía que todo su ser estaba entregado a ella. Y también sabía que aquello estaba mal. Su raza y la de ella no habían sido creadas para estar juntos, su amor no podía ir más allá de la ilusión. Sonrió con pesar y soltó la mano de Narwen. Ella no entendía el porqué de aquel cambio. Había notado como la decepción nublaba los ojos y la mente de Fili, pero desconocía la causa. Quiso preguntar, pero en cuanto sus labios se separaron, Thorin se acercó. El enano había notado el actuar de su sobrino, y debía interrumpir aquello.
— ¿Aun están vigilando? —Escudo de roble miro a Fili, y este supo de inmediato que su tío se había dado cuenta de lo que atormentaba su mente. Bajo la mirada, no por vergüenza, sino porque no quería que él notara la debilidad que turbaba su alma.
—No, ya no están. Deben haberse dado cuenta que Bardo no está y fueron tras él. —Thorin asintió, era hora.
A unos kilómetros de la ciudad del lago, una elfa de cabello rojo, seguía las huellas de los enanos. Tauriel necesitaba saber cómo estaba Kili, su corazón necesitaba saber si se había salvado.
En la orilla del rio, halló restos de lo que parecía un animal. Sin dudas los orcos habían pasado ya por allí y se habían alimentado de aquel ser.
Pudo ver el final del rio, el lugar donde se unía al gran lago. Si los enanos habían logrado llegar allí, estaba segura que irían hacia la ciudad del lago.
Su atención y observación fue interrumpida al sentir que alguien estaba detrás de ella. Tomo su arco con rapidez y se giro, apuntando a quien fuera que estuviera allí acechándola. Sonrió al ver que ese alguien era su príncipe.
—Creí que eras un orco. —dijo sin bajar su arco.
—Si fuera un orco ya estarías muerta. —Legolas la apuntaba también con su arco. Bajo su arma, y se acerco a ella. —Tauriel, no puedes enfrentarte a treinta orcos tu sola. —
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Destinados
FanfictionNarwen , hija de Lord Elrond, hermana de Arwen, Elladan y Elrohir. Su vida cambia cuando un mapa y una llave llegan a sus manos. Una nueva aventura comienza...