Capitulo 30

587 57 7
                                    

La compañía se había reunido en el Salón junto a Théoden, Gamelin y Eomer. El mago fue el primero en hablar, relatándoles lo que había ocurrido minutos antes. El rey observo al pequeño hobbit, notando que aun en sus ojos quemaba el miedo a la oscuridad.

–No le dijo nada a Sauron de Frodo ni del anillo. Tuvimos suerte, pues Pippin vio en el palantir una pizca del plan enemigo. Sauron se está desplazando para atacar la ciudad de Minas Tirith. Su derrota en el Abismo de Helm le enseño al enemigo una cosa: El heredero de Elendil ha aparecido. –todas las miradas cayeron sobre Aragorn. –Los hombres no son tan débiles como él creía. Todavía existe el valor, quizás hasta el suficiente para retarlo. Sauron le teme a eso. No dejara que los pueblos de la Tierra Media se unan bajo una bandera. Arrasara con Minas Tirith antes que ver a un rey regresar al Trono de los hombres. Si Gondor enciende sus almenaras, Rohan deberá prepararse para la guerra. –dijo hacia Théoden, quien frunció el ceño.

–Dime, ¿por qué habríamos de ayudar a quienes no vinieron a ayudarnos? ¿Qué le debemos a Gondor? –los rostros de todos se sorprendieron al oír aquellas palabras de boca del rey. Narwen no podía creer lo que oía, pues creía que Théoden no dudaría en ayudar a Aragorn, cuando había sido él quien había salvado a Rohan en el Abismo.

–Yo iré. –exclamo el montaraz, dispuesto a cabalgar a su tierra, aquella que había sido gobernada por sus antepasados.

–Iré contigo. –Narwen no pensaba quedarse atrás. Pelearía con Aragorn a su lado hasta el final.

–No. –se negó el mago.

–Debemos prevenirlos. –Aragorn no podía dejar que Gondor fuera atacado sin previo aviso.

–Y lo haremos. –se acercó al montaraz y le susurro algo que para todos fue imposible oír, a excepción de los elfos, quienes habían oído claramente como Gandalf le decía que debía tomar otro camino hacia Minas Tirith. Sin dudas el mago tenía un plan. –Entiendan esto. –dijo Gandalf dirigiéndose al resto. –Hay cosas en movimiento que ya no pueden ser detenidas. Yo partiré hacia Minas Tirith. –volteo observando a Pippin. –Y no iré solo. –el hobbit miro a Merry, quien lo observaba aun disgustado.

Sin perder tiempo, el mago salió del salón, siendo seguido por Aragorn. Legolas salió junto a Gimli, y Narwen solo observo al rey. Eomer parado a su lado, se sentía decepcionado, pues no esperaba que su tío reusara ayudar, pero sabía que no podía decir nada. Conocía a su tío, y cuando tomaba una decisión, era difícil hacerlo cambiar de parecer. Observo a Narwen, pidiéndole disculpas con sus ojos. La elfa asintió y se marchó.

Cuando llego a los establos, pudo ver como Gandalf salió rápidamente, montado en Sombragris, con el pequeño Pippin delante de él. Aragorn camino hacia ella, con el enojo ensombreciéndole el rostro.

– ¿Cuándo crees que deberíamos partir? –ambos observaban como Gandalf cada vez se hacía más pequeño en el horizonte.

–Descansemos hoy, mañana a primera hora partiremos. No sabemos que hay allí donde Mithrandir te envía. Debemos recuperar fuerzas. –el montaraz asintió. Suspiro, deseando que Gandalf pudiera llegar a tiempo, y que Gondor no cayera frente a las fuerzas de Sauron. La oscuridad, volvía a alzarse sobre ellos.

A pesar de que sabían que debían descansar, pasaron la noche solo pensando en lo que se avecinaba. El sueño era un privilegio que aún no podían aceptar.

En cuanto el sol comenzó a iluminar en el horizonte, todos comenzaron a prepararse, pues pronto se marcharían.

Legolas decidió ir a preparar los caballos, mientras Gimli recogía algo de comida. Aragorn tomo su pipa, para disfrutar de la última paz que tendría hasta que aquello terminara.

DestinadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora