Capitulo 17

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Gandalf había intentado detener aquella absurda batalla. Pero los egos del Rey elfo y el primo de Thorin, Dain, eran igual de grandes que su propio sombrero. Nada logro convencer al enano de dirigir su ejército hacia donde sabía que vendría el ataque de los orcos. La batalla entre elfos y enanos comenzó salvajemente.

Narwen podía ver desde su posición, como muchos de sus hermanos caían ante las hachas de los enanos, y como docenas de enanos perecían ante el acero de las espadas elficas. Quiso gritar, correr hacia donde Thorin estaba, y golpearlo hasta que su cabeza entrara en razón, pero sabía que esa no sería una solución diplomática, aunque nada allí lo era.

Suspiro, decidió que su deber allí era proteger a los hombres, personas que nada tenían que ver con la rivalidad que se estaba dando en aquella montaña. Tomo una de sus flechas dispuesta a disparar a quien intentara lastimar a Bardo y su gente, pero el estruendoso crujir de rocas hizo que la batalla entera se detuviera. A lo lejos, de dentro de una montaña, salieron cuatro bestias enormes que trituraban las rocas con sus inmensas mandíbulas como si de frágiles huevos se tratara.

-Los devoradores de la tierra. –susurro Gandalf totalmente asustado. La verdadera batalla estaba golpeándoles en el rostro.

Bofur y el resto de los enanos, observaban todo desde la altura. Sabían el peligro que aquello representaba para todos allí, pero no podían bajar a ayudar. Su rey se los había prohibido.

Un cuerno se oyó a lo lejos y las bestias se alejaron por medio de túneles, dejándoles el paso libre a los orcos. Cientos de ellos aparecieron, armados y listos para la guerra.

Dain no lo dudo. Jamás había retrocedido ante ningún enemigo. Guio a sus tropas hacia la montaña.

-¡Las hordas del mal se ciernen sobre nosotros! ¡Al combate hijos de Durin! –gritaba, alentando a sus hermanos.

Todo el ejército de enanos corrió obedeciendo a su general. Con ayuda de sus escudos, formaron una pequeña pared, y colocaron sus lanzas hacia adelante, esperando que estas eliminaran a varios orcos en cuanto golpearan con aquel muro.

-Los elfos no van a combatir. –dijo Bilbo al ver que ninguno se movía de su posición. Thranduill solo se dedicaba a mirar.

-¡Thranduill! Esto es una locura. –el mago sabía que el elfo no estaba interesado en ayudarlos.

-Mi señor, el no participar en una batalla lo haría ver como un... cobarde. Tiene la posibilidad de mostrar quien es el gran rey del bosque negro. –Narwen fue la que logro convencer a Thranduill con sus palabras. Él no era un cobarde. Sabía que muchos lo pensaban al no haberse enfrentado al dragón Smaug, pero esta vez no retrocedería. Los orcos corrieron hacia los enanos. La masacre era inminente. Pero antes que pudieran siquiera llegar a un metro de ellos, el ejército elfo apareció por encima de la muralla que los enanos habían creado.

Pronto enanos, elfos y humanos, luchaban codo a codo contra orcos, trolls y wargos.

Narwen permanecía cerca de Bilbo. Había dejado su arco descansando en su espalda. Su arma era su espada.

Se deshizo de los orcos con la gracia y delicadeza de un cisne. Bilbo estaba fascinado por la forma en la que peleaba su compañera de batalla.

Desde lo alto de la montaña, el resto de la compañía de Thorin observaba la guerra que se había formado a sus pies. Fili y Bofur en cambio, solo podían observar a la elfa que los había acompañado en su travesía.

-Esto es estúpido. Deberíamos estar ahí. Deberíamos estar peleando al lado de nuestra gente. –se quejaba Kili.

-Oíste a Thorin. No podemos dejar la montaña. –Balin estaba decepcionado. Su rey se había perdido.

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