Capitulo 19

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Lentamente abrió los ojos. Se encontró en una desconocida habitación. Miro el techo sobre su cabeza, el cual era chato y con vigas oscuras esculpidas. Observo también la cabecera de la cama donde estaba tendido, y pudo ver una mujer tallada en la madera. Una mujer elfo.

Se quedó tendido unos minutos, intentando recordar lo ocurrido. El ataque del Nazgul fue lo primero que surco su mente. Llevo su mano hacia donde había sido herido, comprobando que la herida ya no estaba. Solo existía una pequeña mancha oscura.

Suspiro.

– ¿Dónde estoy y que hora es? –pregunto en voz alta al techo.

–En la casa de Elrond y son las diez de la mañana. Es la mañana del veinticuatro de octubre, si quieres saberlo. –dijo una voz a su derecha.

–Gandalf! –exclamo incorporándose.

–Aquí estoy querido amigo. Y tú tienes suerte de estar aquí también. Hay mucha fuerza en ti. –Frodo asintió ante las palabras del mago.

– ¿Donde esta Sam? ¿Y los otros? ¿Lograron llegar? –recordó a sus amigos y al hombre que los había acompañado.

–Sí, arribaron hace unos días. Están todos bien. Sam estuvo a tu lado hasta hace un par de horas que lo envié a descansar. –Frodo sonrió. Tenía en Sam un amigo fiel.

Y como si lo hubieran llamado con el pensamiento, Sam apareció. El hobbit estaba feliz de ver a su Señor despierto y a salvo.

–Sam no se ha movido de tu lado. –dijo Gandalf con una gran sonrisa.

–Estábamos muy preocupados, verdad señor Gandalf? –Sam tomaba las manos de Frodo, notando como estas habían recuperado su calor.

–Gracias a la sabiduría del Señor Elrond y Glorfindel te estas recuperando. –el primer nombrado apareció. Había oído del despertar del hobbit, por lo que se había acercado para ver su recuperación.

–Bienvenido a Rivendel, señor Frodo Bolsón. –el hobbit sonrió.

–Muchas gracias. Gracias por haber salvado mi vida. –

Luego de que el mago y el elfo se retiraron, Frodo y Sam salieron de la habitación para explorar el lugar. La mandíbula del hobbit casi se desprende de su quijada cuando vio la inmensidad y la belleza del Valle.

–Es hermoso, verdad señor Frodo? No se compara con nuestra Comarca, pero es un lugar increíble. –asintió ante las palabras de Sam. La palabra increíble se quedaba corto para describir un lugar tan mágico. Nunca creyó que sus ojos verían tanta belleza. Los arboles eran de un verde intenso, uno que nunca había visto. El agua, cristalina caía en docenas de cascadas alrededor. El aire era puro, y la brisa traía una melodía que al hobbit solo le dio paz.

Pero la paz y el silencio fueron interrumpidos por otros dos hobbits que corrían hacia él. Merry y Pippin abrazaron a Frodo, felices de verlo recuperado. Y la felicidad del hobbit creció cuando pudo ver, a unos pocos metros, a su tío, Bilbo, sentado en un banco, frente a un gran jardín de flores.

–Bilbo! –corrió hacia él con una gran sonrisa. No imagino que encontraría allí a su tío.

– ¡Hola Frodo, muchacho! –no pudo ocultar su felicidad. Se había enterado del percance que había tenido su sobrino, y había temido por su vida.

Luego de abrazarlo, noto en el banco el libro de Bilbo, aquel que estaba escribiendo, con la historia de su vida. Ambos hobbits se sentaron. Frodo abrió aquel libro de tapas de cuero rojo.

–Partida y regreso: historia de un hobbit por Bilbo Bolsón. –ojeo las hojas notando dibujos, escrituras que no conocía, mapas. Bilbo había pasado años documentando todas sus aventuras.

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