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Me acosté de espaldas en el Jeep, jadeando.

—¿Esto va a convertirse en un hábito después de todas las fiestas de Redeye? —pregunté, cuestionándome si iba a tener que agregar un paquete de toallitas húmedas, escondiéndolas en una de las esquinas traseras.

—Depende de si hay tragos —responde Henry.

—Siempre hay tragos.

—Entonces supongo que ahí tienes tu respuesta —se puso sobre su costado, apoyándose en un codo y miró hacia mí con una sonrisa de borracho. Todavía había sudor cubriendo su cuello, dejando pequeñas gotas que corrían formando senderos a través de los tatuajes en su pecho. 

El aire frío sopló en la parte trasera del jeep y yo me estremecí. Cogí la manta que Henry había arrojado tan cuidadosamente en la parte trasera antes de salir de su casa, como si él hubiera sabido que esto sucedería de nuevo. Tiré de ella hasta ponerla sobre mi pecho y envolver mis brazos alrededor de mí misma.

—Eres hermosa —dijo Henry mientras extendía la mano y pasaba los dedos por mi brazo—. Estoy tan contento de que hayas vuelto.

—Me alegro de estar aquí también.

Pasó la mano arriba y abajo por mi brazo, calentándolo con fricción. Agarré por detrás su cabeza y tiré su rostro hacia el mío, mordiendo su labio inferior con los dientes y preguntándome cuánto tiempo iba a durar esto.

No quería que terminara.

—¿Aún preocupada por el trabajo? —preguntó Henry.

—No tanto. Sé que funcionará eventualmente.

—¿Está bien si espero que no lo haga?

Miré hacia arriba, esperando ver su sonrisa característica, pero no estaba allí. Iba completamente en serio.

—¿Por qué dices eso? —me di la vuelta para mirarlo de frente y me apoyé sobre mi codo de la misma manera que él.

—Porque eso significaría que podrás permanecer aquí por más tiempo —dijo con una sonrisa que no hizo que sus ojos brillaran.

Le acaricié un lado del rostro.

—Con cómo cocinas, ¿Cómo podría resistirme?

Henry se rió y me abrazó contra su pecho.

—No puedo manejar —afirmó—. Todavía estoy bebido.

—Yo también —dije.

—Entonces supongo que estaremos aquí por un tiempo —Henry agarró el borde de la manta y se deslizó contra mí, envolviéndola alrededor de ambos. 

—En serio, ¿están haciéndolo otra vez? —nos dijo Lance desde la acera. Podía escuchar a su novia, Jennifer, riendo también. Por lo menos recordaba su nombre ahora—. ¡Consíganse una habitación ya!

—¡Esto es mejor que una habitación! —gritó Henry—. ¡Ahora vete a la mierda!

Todo el mundo se echó a reír. 


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