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—¿Me lo contarás ahora?

Observé la manzana de Adán de Henry subir y bajar mientras tragaba, asintiendo.

—Te lo contaré —dijo y apretó su agarre en mi mano—. No sé qué pensarás después, pero te lo diré.

Mis piernas empezaron a acalambrarse, así que me senté junto a Henry y me recliné en la misma pared. Lo dejé mantener su agarre en mi mano... parecía necesitarlo mientras comenzó a contar la historia.

—Han pasado alrededor de seis años desde que todo comenzó —dijo Henry. Tomó una larga respiración y la soltó despacio—. Megan y yo nos conocíamos desde hace tiempo y se había vuelto algo serio, pero éramos jóvenes. Estábamos hablando sobre vivir juntos cuando descubrió que... estaba embarazada. Dio a luz a Cayn la siguiente primavera.

Trazó el borde de mi mano con su palma.

—Todo iba bien, ¿sabes? Me refiero, al menos pensé que lo hacía. Sí, usualmente estábamos cortos de dinero, pero íbamos bien. La guardería era tan costosa que decidió dejar su trabajo y quedarse en casa a cuidar de él. Tomé un segundo trabajo para que pudiéramos costear lo que necesitábamos para Cayn, pero nunca parecía ser suficiente.

—No sé exactamente cómo todo empezó a derrumbarse —Henry continuó—. No sé si tuve que haberlo visto venir. Como trabajaba en dos empleos, no pasaba mucho tiempo alrededor y debí haberlo hecho, pero solo estaba haciendo lo que necesitaba hacer para que las cosas siguieran funcionando. Eventualmente ella conoció a este otro tipo.

Lo sentí tensarse.

—Jackson Harper —Henry dijo el nombre con una sonrisa burlona—. Si hubiera encontrado a alguien mejor que yo, podría haber vivido con eso. Aún la amaba, no habría intentado detenerla en ese caso, pero no lo fue. Era malo. Lo sabía. Todos nuestros amigos lo sabían, sin embargo nunca escuchó a nadie. Le prometió el mundo y ella le creyó. Cuando me dejó, se mudó al instante con él.

—Él estaba en todo tipo de mierda —los ojos de Henry se habían tornado oscuros y fríos—. Mierda mala. Tráfico de drogas, robando tiendas de conveniencia, asaltando a los trabajadores de los restaurantes mientras se iban con el depósito nocturno... toda clase de mierda. Tenía historial, había estado en la cárcel un tiempo en el pasado y conoció algunas personas realmente malas estando allí.

»La cosa es, que también era estúpido. No tenía idea de qué tan profundo había caído y pensó que podía jugar a ser un capo de la droga quitándole a otro. Estaba loco. Hizo enfurecer al tipo equivocado y terminaron poniéndole precio a su cabeza.

»Megan, no... no estaba en esas cosas, pero le creyó cada mentira que le contó. No sabía si era el dinero que traía a casa o no, pero ella se tragó todo como si fueran dulces. Apenas la reconocí cuando la vi. Había cambiado tanto su manera de vestir, su cabello, su actitud, todo, solo para complacerlo. Yo estaba tan furioso con ella por tener a Cayn alrededor de ese imbécil, que ni siquiera podía pensar con claridad. Si lo hubiera sabido... si de verdad hubiera pensado sobre ello... ¡carajo!

—¿Qué sucedió? —susurré mientras frío se cerraba en mi corazón—. ¿Qué sucedió con Megan y Cayn?

—Nos lo turnábamos por una semana —Henry explicó—. No iba a conformarme con esa mierda de cada fin de semana, así que alternamos semanas completas... domingo a domingo. No podía tolerar estar cerca de Jackson y para evitar hacer una escena, lo intercambiábamos en el Sugarman, una dulcería en la calle 20. Estaba justo en medio de donde vivíamos y Cayn amaba ese lugar, así que era fácil mantenerlo ocupado por un rato si uno de nosotros llegaba tarde o algo. 

»Llegaban tarde. Era usual que llegaran tarde, pero ese día era realmente tarde. Una hora pasó y Megan no respondía el teléfono. Al final me cansé de quedarme ahí sentado y manejé al departamento de Jackson. 

Me miró.

—Sabía que algo andaba mal —dijo—. Podía sentirlo en mi instinto. Cuando nadie abrió, irrumpí dentro.

Sus ojos se volvieron acristalados y su voz se convirtió casi en un susurro.

—Fueron por él. Fueron a matar a Jackson, pero Megan y Cayn también estaban ahí. Los encontré a todos en la habitación. Todos baleados. Todos muertos.

El agarre de Henry en mis dedos se intensificó. Se inclinó más cerca, apretando sus ojos cerrados, cada músculo de su cuerpo contraído. Lágrimas se formaron en mis ojos mientras las palabras se asentaban. 

Cayn había sido apartado de él, solamente que no en la manera que yo asumí antes de escuchar todo esto.

—Estaba... todavía estaba sosteniendo el caballo. Sus dedos estaban cerrados alrededor del caballo. Incluso cuando yo...

Se detuvo, incapaz de continuar mientras su voz se tornó desigual y tensa. Apretó su agarre al animal de peluche y a mi mano, pero no parecía poder respirar. Cuando finalmente lo hizo, sonó como un jadeo.

—Oh por Dios, Henry —jalé mi mano de la suya y envolví ambos brazos alrededor de su cabeza. Lo sostuve contra mí, sintiendo su cuerpo temblar por los sollozos, intentando continuar.

—Lo... lo levanté. Sabía que se había ido, pero no quería que estuviera ahí en el piso. Estaba tan frío. Cuando lo levanté, aún sostenía el caballo. No cayó de su mano hasta después que la policía y los paramédicos aparecieron y lo apartaron de mí.

Volteó a verme y envolvió sus manos alrededor de mi cintura. Lo sostuve tan fuerte como pude, meciéndome de atrás para adelante mientras sus lágrimas empapaban mi camiseta.

—Vinieron por Jackson pero mataron a Megan y a Cayn, también. ¡No tenían que hacer eso! Acababa de cumplir cuatro años... no era una amenaza para nadie... era solo un niño pequeño.

Todos los pensamientos giraban en mi cabeza como un tornado. Todas las historias que había imaginado estaba cayendo... ninguna encajaba con esta información. Era como si las piezas del rompecabezas que casi había terminado de completar hubieran sido arrojadas al piso, separándose y esparciéndose.

Aún faltaba un montón, lo sabía. Su historia explicaba lo que le había sucedido a su familia pero no explicaba por qué estaba en el estacionamiento con un arma, cazando personas de un restaurante. No explicaba qué hacía para vivir y no explicaba por qué estaba derrumbándose ahora.

Una cosa que mi padre siempre me había dicho era que cuando se trataba del duelo de una persona por sus parientes, había que tomar las cosas con calma. Tenía la impresión de que esta historia no era algo que Henry contaba a menudo y obligarlo a contarme más no iba a llevarme muy lejos. Necesitaba pasar esto antes de que pudiera continuar.

Así que lo sostuve. Lo sostuve y lloró, y yo lloré por él y por la pérdida de su niño pequeño.



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