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No me duermo.

Aunque estoy muy cansada, no puedo. Dormir en la misma cama que Henry no es como dormir con mi novio anterior. Zach, tenía una constitución delgada, no como el cuerpo de Henry. Se apodera de una buena mitad de la gran cama solo con su enorme cuerpo. Es imposible ignorar su presencia. Estoy extremadamente, insanamente consciente del glorioso cuerpo a mi lado.

Lo extraño es que encuentro que estoy un poco decepcionada de que él no haya intentado nada conmigo. No estoy segura de estar preparada para tener sexo con él, pero estoy sorprendida de que no haya intentado por lo menos besarme un poco más. ¿Habrá cambiado de opinión? Tal vez ya está arrepentido de pedirme que viniera a Florida con él.

Me quedo allí, escuchándolo respirar y echando miradas furtivas sobre su pecho y brazos musculosos con la tenue luz de la luna. Resistiendo la urgencia de pasar mi mano sobre su piel porque tengo miedo de que despierte y me atrape. En cambio, me mantengo a mí misma quieta y en silencio mientras lo observo dormir. Paso mucho tiempo así antes de que por fin caiga dormida.

En la luz de la luna, los ojos de Henry se abren y me atrapa mirándolo. Toma mi mano y la coloca sobre su pecho antes de que con lentitud arrastre mis dedos sobre su piel hasta su ombligo. Sin una palabra, se da la vuelta y me clava en la cama. Usa su pierna para abrir mis muslos, y él es pesado encima de mí mientras que me presiona contra el colchón. Él es rudo. Está gruñendo mientras se mueve encima mío y envuelvo mis piernas a su alrededor, sosteniéndome tan fuerte como puedo.

 Estoy sin aliento cuando despierto de mi sueño. Es media noche y me encuentro acurrucada contra el costado de Henry con un brazo arrojado sobre su estómago. Habría vuelto loco a Zach y a menudo se había bajado de la cama cuando estábamos saliendo. Decía que el abrazarlo lo acaloraba y lo hacía sudar cuando yo hacía eso.

Definitivamente estaba sudada y sin aliento. Recuerdo mi sueño y tengo que tomar unas pocas respiraciones lentas para calmar a mi corazón, que late fuerte antes de permitir moverme. Tan silenciosa como puedo, levanto mi brazo de la cintura de Henry y comienzo a alejarme de él. Mientras lo hago, escucho a Henry moverse y siento sus dedos alrededor de mi antebrazo.

—No te vayas —susurra en la oscuridad.

Me congelo por un momento y luego miro hacia sus ojos. Aún están cerrados.

—¿Por qué no? —susurro de vuelta. No sé si me responderá o no. Ni siquiera estoy segura de sí está despierto.

—Me gustas aquí —respondió mientras que sus ojos revolotean abiertos. Mete su brazo bajo mis hombros y tira de mí contra su pecho—. Es lindo tener a alguien cerca de nuevo.

—¿De nuevo? —No contesta. Sus ojos están cerrados ahora y su respiración es lenta y estable. Descanso mi cabeza contra su hombro y lo escucho suspirar mientras se da la vuelta contra la almohada.

Acurrucada junto a él, inhalo su tibio, almizclado olor y caigo de nuevo dormida.

*

Cuando despierto, los rayos de sol entran a través de la ventana. Aún estoy en la misma postura que horas atrás y el brazo de Henry permanece debajo de mí, sosteniéndome contra él.

Todavía está dormido, así que decido ignorar mi vejiga y simplemente me quedo allí un rato más. Respiro profundamente y cierro mis ojos de nuevo. Estar acostada junto a él es increíblemente cómodo. No solo es por la cercanía física o la manera en la que nuestros cuerpos parecen encajar juntos tan bien, sino es más la sensación de comodidad y seguridad que he sentido con él desde que puso su brazo encima de mí en el aeropuerto.

Me siento cómoda, segura y satisfecha.

Se mueve un poco e inclino la cabeza para ver cómo abre sus ojos. Parpadea unas pocas veces, estira el brazo que no está a mi alrededor sobre su cabeza y los músculos de su estómago se ondulan.

AlarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora