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Siempre he escuchado que los hombres que son altos a menudo tienen pollas a proporción. Si lo que recordaba vagamente sentir contra mi pierna durante nuestro primer beso ebrio es un recuerdo correcto, Henry encajaba en la descripción. Estoy segura de que la salchicha del hombre podría alimentar a todo un país desarrollado de mujeres excitadas.

—¿Quieres una salchicha?

—¿Qué? —gimo, preguntándome cómo demonios puede leer mi mente.

—Con tus huevos —dice Henry—. ¿Quieres una salchicha con los huevos?

Oh, sí. Desayuno.

Me revuelvo un poco en mi asiento e intento esconder mi sonrojo con una taza de café. Los pensamientos que corren a través de mi cabeza esta mañana son un problema, por decir algo.

A pesar de que la última vez que nos besamos fue junto a mi auto en el estacionamiento del Thirty's, dormir al lado de Henry Cavill aparentemente pone en marcha mis hormonas.

Observarlo cocinar el desayuno es la cosa más sexy que he presenciado jamás. Tengo que agarrar mi teléfono y fingir que estoy ocupada encendiéndolo para asegurarme de que no me atrape comiéndomelo con los ojos.

Cada vez que él cambia de una sartén a la otra en la estufa, su trasero se mueve de una manera que no puedo dejar de mirarlo. El pantalón corto que lleva puesto no es muy ajustado, pero eso no cambia nada, los músculos de su trasero sobresalen bastante de todas formas. Cada vez que cambia su peso puedo ver la línea de los magníficos músculos de su glúteo a través de la tela.

Era una gran distracción.

Sus hombros son igual de cautivadores y tan anchos, de hecho, mientras lo miró fijamente, más quiero pasar mi lengua.

No puedo creer que esté pensando de esta manera.

Los hombres musculosos nunca habían sido mi tipo antes. Siempre me he sentido atraída por los delgados pero musculosos hombres en blancas camisas abotonadas y pantalón de vestir. La corbata era opcional. Ellos nunca tenían motos o acuerdos de negocios secretos en medio de la noche.

¡Alarma!

Le digo al ruido subconsciente en mi cabeza que se calle.

—¿Qué tal si hacemos algo espontáneo hoy? —sugiere Henry.

—¿Cómo qué?

—Si te lo digo, no será espontáneo.

—No contármelo lo hace ser un secreto —digo—. Eso no tiene nada que ver con la espontaneidad.

—Buen argumento —Henry se mete otro bocado de huevos y queso dentro de su boca, mastica y traga—. Aun así, no te lo diré.

—¿Por qué no?

—Porque no quiero que te retractes.

—No puedo retractarme de algo que nunca he aceptado —argumento—, y no puedo estar de acuerdo contigo sin saber lo que es.

—Hacer un pequeño viaje por carretera conmigo es acordarlo.

—No lo es. Ni siquiera creo que esa sea una palabra real.

—Seguro que lo es —los ojos de Henry brillan—. Además, tú entendiste lo que quise decir, ¿verdad? ¿No es esa la esencia de la comunicación?

Cruzo mis brazos y lo miro de lado, ganándome otra sonrisa de suficiencia.

—Tomaremos mi jeep —dice—. Será más cómodo para un viaje largo de todas formas.

Limpiamos el desayuno, nos turnamos en el baño y empacamos botellas de agua para el camino, Henry me lleva al garaje y me ayuda a subir a un Jeep Rubicon de color amarillo brillante. La capota, ventanas y puertas han sido retiradas, dejando todo completamente abierto.

AlarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora