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El día después de que Henry fuera transferido de la Unidad de Cuidados Intensivos, un hombre corpulento vistiendo pantalones y una concertada camiseta negra entró en la habitación del hospital y se presentó como Javier Walters, uno de los terapeutas del hospital. Henry miró hacia mí pero yo solo me encogí de hombros. No sabía nada de eso.

—Cuando la lesión está acompañada por circunstancias trágicas o violentas, es habitual que venga y tenga una pequeña charla contigo para ver cómo lo estás llevando —nos informó Javier—. Solo estoy aquí para ver cómo está sobrellevando Henry todo lo que ha sucedido.

—Estoy bien —dijo Henry brusco.

—Henry... —dije en voz baja—. Esta podría ser una gran oportunidad.

No quería forzarlo demasiado, pero él necesitaba hablar con alguien y no iba a dejarme intimidar por su mirada.

—No me afecta haber sido disparado —dijo—. Lo haría de nuevo en un latido del corazón.

—Sabes que eso no es a lo que me refiero.

Javier empezó a decir algo pero luego se detuvo y nos miró en lugar de hacerlo. 

Henry miró de uno al otro, luego suspiró y se sacó la gorra de su cabeza. Bajó la mirada hacia ella y pasó los dedos a lo largo del borde antes de mirar de nuevo hacia mí.

—¿Podríamos hablar sobre otras cosas también? —preguntó.

—Por supuesto —dijo Javier—. Lo que sea que quieras.

—Está bien —dijo Henry con otro suspiro—. Vamos a hablar.

Mordí mi labio para esconder una sonrisa pero Henry la vio de todos modos, poniendo los ojos en blanco como respuesta. Me incliné sobre él y le di un rápido beso en la mejilla antes de dejarlos solos para que hablaran.

Sabía que sería difícil para él pero verlo aprovechar la oportunidad ofrecida desveló un sentido de orgullo en mí. Me preguntaba si era comparable al momento en que él me había sacado del cascarón.

Durante las siguientes semanas, Henry se recuperó lenta pero continuamente. Habló con Javier cada día mientras estuvo allí y parecía estar haciendo pequeños adelantos. Después de las sesiones, Henry generalmente quería contarme algunas cosas sobre Cayn que no había escuchado antes.

A veces habían lágrimas en sus ojos, pero más que nada se centraba en los buenos recuerdos de los momentos con su hijo.

Permanecí en el hospital tanto como me estuvo permitido y pasé las noches en la casa de Henry. Mo y Lo habían encontrado un servicio especializado en limpieza de escenas de crímenes y la mayor parte del desastre había estado fuera antes de que volviera. 

Estaba extremadamente agradecida por ello. Si hubiera tenido que caminar dentro de la cocina llena de sangre, probablemente me habría desmayado.

La puerta del patio había tenido que ser entablada pero Lo dijo que alguien iría en un par de días para reemplazar el vidrio.

Durante la limpieza, Lo había encontrado mi teléfono, pero cuando chequee vi una docena de llamadas perdidas y mensajes de textos —en su mayoría de Mare y mi madre.

Llamé a Mare y le conté lo que había pasado. Después de convencerla de que todo el mundo estaba bien, prometí llamarla de nuevo tan pronto como estuviera de vuelta en la ciudad. Llamé a mi madre también. En lugar de perder la compostura como esperaba, estuvo sorprendentemente tranquila con todo el asunto. Dijo que estaba contenta de que estuviera bien.

Extraño.

Su reacción debería haber activado las alarmas en mi cabeza, pero estuvieron silenciosas. 

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