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Con Henry de vuelta en casa y el reclutador de Nate llamándome para concertar citas de entrevistas, tuve que volver a Ohio para averiguar cuál iba a ser mi próximo movimiento. Todos los vuelos de ida y vuelta estaban irritándome, por no hablar de tener que hacerme sitio en ese nido de huevos que esperaba seguir manteniendo hasta encontrar un nuevo trabajo. 

Redeye seguía tratando de pasarme dinero adicional para los vuelos, pero había sido inflexible en rechazar su ayuda.

No podía aprovecharme de los amigos de Henry. 

Quería estar con él tanto como pudiera y ellos estaban allí para él cuando yo no podía. Lo había hecho una lista y todo el mundo tenía la intención de tomar turnos para ayudar a Henry mientras yo estaba en Ohio.

Todavía no le había contestado sobre mudarme. 

Por mucho que la idea me intrigara, en algún momento tendría que dejar la emoción y aventura a un lado y pensar en la vida real. Necesitaba un trabajo, uno que me pagara lo suficiente como para ser capaz de pagar todos esos vuelos.

Al menos estaba acumulando millas de viajero frecuente.

Pasé algún tiempo en Thirsty poniéndome al día con Mare y nuestros amigos. Todos ellos habían escuchado la mayor parte de la historia hasta ahora —Mare había derramado los frijoles justo después de que la llamara desde el hospital. Todos querían saber sobre Henry y por qué no les había dicho lo que estaba pasando.

Se sentía extraño hablar con ellos de él y me di cuenta de que se los había escondido a propósito porque tenía miedo de cómo iban a reaccionar.

Todavía tenía mucho que aprender.

Mi búsqueda de empleo estaba en toda su fuerza y parecía haber enviado currículos y cartas de presentación a todas las empresas con una vacante. Había tenido un par de entrevistas, pero nada parecía encajar del todo bien. El dinero no era suficiente o estaba demasiado lejos.

Mientras tanto, me enteré que mi jefe había sido despedido por el fiasco de la actualización del servidor y que yo podía solicitar su puesto.

No lo hice. Se sentía como retroceder.

Tuve un par de entrevistas telefónicas que el asesor laboral concertó para mí. Finalmente, una de ellas devolvió la llamada.

—Es la oportunidad perfecta —dijo Brian—. El salario es justo para ti y la descripción de trabajo prácticamente coincide con tu currículo. Les impresionaste por teléfono y me dijeron que te quieren.

—¿Cuál es esta? —hojeé mis notas sobre la entrevista cuando Brian me dio el nombre de la empresa. Me acordaba de la mujer con la que había hablado, pero no encontraba la dirección de la empresa. Ella me había gustado cuando hablamos por teléfono, definitivamente recordaba eso. Habíamos reído cuando nos dimos cuenta que las dos estábamos en lo de las súper heroínas.

—Solo hay un problema —dijo Brian.

—¿Cuál es?

Me preparé, esperando escuchar lo peor. No estaba segura de que importara, necesitaba el trabajo. No podía estar sin sueldo para siempre.

—La empresa está ubicada en Fort Lauderdale —dijo.

Mi corazón empezó a correr.

—Fort Lauderdale —repetí—. ¿Como... Florida? 

—Soleada Florida, sí. Tendrías que reubicarte.

—¿Dónde está Fort Lauderdale? —pregunté. Abrí Google Maps en mi portátil y empecé a buscar.

—Justo al norte de Miami, en la costa oriental de Florida.

—Estás bromeando —dije. 

Me quedé mirando el mapa en mi pantalla. 

Localicé Golden Beach, donde vivía Henry, y encontré que había solo una media hora en auto desde Fort Lauderdale a su casa.

—No, en absoluto —respondió—. Ellos quieren que empieces de inmediato si puedes. Pagarán todos tus gastos de mudanza.

Comencé a reír.

—¿Esa es una buena risa? —preguntó.

—Sí —le dije—. Sí lo es. Acepto. Definitivamente, acepto.  


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