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A diferencia de los primeros días llenos de actividades de aventura al aire libre, Henry y yo pasamos los siguientes dos días creando nuestras propias aventuras dentro de la casa mientras la lluvia continuaba cayendo. No hubo un solo mueble que no utilizábamos. Incluso tuvimos sexo en la encimera de la cocina, en algunas de las cajas más resistentes que estaban tiradas por ahí y en el banco de pesas de la sala de entrenamiento de Henry. Él tampoco mintió acerca de cubrirme con semen. Eventualmente, le insistí en que corriéramos a la tienda por un paquete de toallas húmedas.

Para bien o para mal, no quedó mucho tiempo para hablar.

El viernes por la noche, la lluvia finalmente se detuvo y Henry preparó filetes de tiburón a la parrilla en el patio. Completó la cena con patatas dulces y judías verdes sazonadas que estaban para morirse. Incluso preparó té helado para que toda la comida bajara.

Nos sentamos afuera, viendo los raqueros y escuchando las olas mientras comimos. Cuando terminamos, Henry insistió en que me relajara mientras él lavaba los platos. Me senté de nuevo en la silla del patio con una sonrisa en mi rostro y los ojos cerrados hasta que él se unió a mí cuando ya había terminado.

—Está bien —me dijo Henry mientras se sentaba cuando regresó—. Ahora que te he atiborrado de comida, tengo una pregunta para ti. Más bien, una petición.

—¿Qué petición?

—¿Qué tal te sentirías si te pidiera de ir a una fiesta esta noche?

—¿Una fiesta?

—Sí —Henry afirmó con un asentimiento—. Es en casa de Redeye. Solo un grupo de amigos, en su mayoría chicos, pero algunas de sus novias estarán ahí también. Ya conoces a Lo y a Mo, así que no te sentirás tan perdida.

Lo consideré. Estas a solas con Henry era bastante tentador, pero salir con sus amigos era una manera de llegar a conocerlo.

—Claro —le digo—. Eso suena divertido.

—¡Genial! —Henry exclamó con felicidad—. No es tan lejos, solo un viaje en auto de 20 minutos. Son muy divertidos, sé que te divertirás muchísimo y prepárate para beber mucho.

Redeye vivía en Hollywood, a pocos kilómetros hacia adentro. Era un bonito vecindario de clase media con una hilera de casas, todas obviamente diseñadas por el mismo arquitecto. Su hogar se encontraba a la mitad de la calle y ya había un montón de autos estacionados cuando llegamos. Henry detuvo el jeep unas pocas casas atrás y caminamos hacia la entrada; la puerta se abrió antes de que Henry tuviera oportunidad de tocar y un hombre alto con bigote apareció frente a nosotros.

—Bueno... ¡Miren al maldito gato drogado! —gritó.

—¡Cavill! —Varias voces gritaron al mismo tiempo. Reconocí a Lo y a Mo de inmediato en cuanto se juntaron en la puerta.

—Lo me dijo que traías a una señorita contigo —dijo el hombre que abrió la puerta—. Sinceramente, no le creí.

Henry colocó su brazo alrededor de mis hombros.

—Chloe, este es Redeye. Redeye, ella es Chloe.

—Bueno, no dejaré que su mal gusto por los hombres influya en mi opinión sobre ella —dice riendo. Hizo un gran movimiento de bienvenida con su brazo—. Pasen, déjenme traerles un trago.

—Te advertí sobre este tipo, ¿cierto? —Henry me dijo mientras entrábamos—. Si no eres cuidadosa, te dará tragos más o menos cada cinco minutos.

—Cuidaré de mí misma —le digo con una sonrisa.

—Eso no ayudará —Henry me advierte, levantando su mano y colocando su gorra firmemente en su cabeza—. Él es muy insistente.

AlarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora