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Aunque estoy bastante segura de que mi bebida estaba casi vacía, había una llena delante de mí asiento. Mi cabeza se había aclarado después del choque contra el completo extraño—una enorme, pared de ladrillos extraña— suspiro y envuelvo mis dedos alrededor del vaso. El barman había hecho otra fuerte, y apenas podía detectar el tinte de naranja del jugo en el vaso.

—Entonces, ¿cuál es el plan para el fin de semana? —pregunto pensando en que, si me involucro más en la conversación, se me pasará un poco la borrachera.

—Ayudaré a mamá con sus planes de boda —dice Mare.

La madre de Mare estaba a punto de intentarlo con el esposo número cuatro. Mare le daba a este un año, a pesar de que el último solo sobrevivió ocho meses.

—Tenemos que elegir un fotógrafo y un florista. Deberías venir conmigo realmente para seleccionar al florista. Odio las flores.

—Quizás podrías hacer algo aparte de las flores —sugerí.

—Las flores es lo establecido —responde Mare—. Si mi mamá no sigue las normas, tendrá una rabieta.

Aprieto mis labios, preguntándome por qué simplemente no iban a un juez de paz y lo hacían. Parecería que ya estaría agotada de todos los planes de boda y cosas en este punto. Sé que yo lo estaría.

—Conozco esa mirada —dice Mare—. ¿Qué estás intentando no decir, Clo?

Echo un vistazo hacia ella, ligeramente molesta conmigo misma por ser tan transparente. Me encojo de hombros.

—Tú nunca dices lo que estás pensando —me dice—. A veces me vuelves loca. Sé que tienes una opinión escondida ahí adentro.

—No es importante —digo tranquila, tensándome bajo el escrutinio—. Sólo olvídalo.

—Simplemente estás demasiado tensa —dice Nate. Levanta su vaso y señala hacia mí con un dedo que no está envuelto alrededor de la bebida—. Lo que sea que tengas que decir no herirá mis sentimientos.

—Ese es su padre hablándole a ella —dice Mare a la vez que me da un juguetón empujón en el hombro—. Piensa siempre antes de hablar.

—Tres veces —contesto con una sonrisa—. Él tenía razón normalmente, también. Las personas siempre están haciendo y diciendo cosas de las cuales se arrepienten. Pienso que la mayoría de sus clientes estaban sufriendo del síndrome de arrepentimiento.

—Sí, pero él era un psicólogo —señala Nate—, y sus clientes estaban allí porque se arrepentían de lo que dijeron o hicieron. Digo lo que necesita ser dicho, pero no me arrepiento.

Afortunadamente, ese fue el final del tema. Bueno, al menos fuera de mi cabeza. Mis propias palabras parecían estar flotando alrededor de mi cerebro aun cuando la conversación se tornó de vuelta el odio a las flores.

—No digo o hago nada fuera de lo normal.

Era la verdad y una regla por la cual regía mi vida. Me mantuvo fuera de problemas, permitiéndome avanzar bastante rápido en mi carrera, y generalmente me mantuvo segura.

Y predecible.

Mientras me saqué fuera de mis pensamientos, Mare y Nate habían vuelto a hablar de la película que yo no había visto. Intenté enfocarme —en serio lo hice— pero no tenía ningún marco de referencia. Miro abajo hacia mi vaso y dejo que mi dedo se deslice a través de la condensación. Los patrones son demasiado interesantes para mi mente ebria, así que aparto la mirada y miro sobre mi hombro para encontrar algo que me distraiga.

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