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—Quédate aquí —ordena Henry. Sus dedos tensos alrededor de la empuñadura de su arma—. No salgas de este maldito auto por ninguna razón, ¿me oyes?

No pude responder. Todavía no podía respirar, mucho menos hablar. Nunca había visto un arma en la vida real, a no ser que estuviese enfundada en el cinturón de un oficial de la policía, y mucho menos había estado tan cerca de una. No podía quitarle mis ojos al brillante metal negro.

Henry abrió la puerta del lado del conductor y comenzó a salir, la pistola agarrada con fuerza en su mano.

—¿Henry? —me las arreglé para decir mientras alejaba mis ojos de su mano y lo veía de nuevo a la cara.

Hizo una pausa, a medio camino de salir.

—Lo lamento tan jodidamente —dijo de nuevo.

—¿Qué estás haciendo con una pistola? —susurré. Sentí que mi cuerpo estaba tratando de bloquearse, y me pregunté cómo se sentiría entrar en shock. Por un segundo, la llamada telefónica de mi madre informándome del ataque al corazón de papá llenó mi mente. En este momento, el sentimiento de toda mi sangre dejando mis venas era similar a la forma en que me había sentido cuando me había dicho que él se había ido.

Me concentré en Henry de nuevo y no podía entender lo que estaba viendo.

Todo lo que mi subconsciente me había estado advirtiendo sobre Henry Cavill empezó a llenar mi cabeza. Durante todo este tiempo me había estado convenciendo de no juzgarlo, de que todo estaba bien, de que él estaba bien. Desde el momento en que lo conocí, había estado tratando de convencerme de que el único peligro estaba en mi cabeza.

Pero no era así.1

El Henry delante de mí no era el hombre que conocí la semana pasada. Su rostro era apenas reconocible. Sus ojos estaban oscuros y llenos de odio. Su mandíbula estaba trabada, con los dientes apretados. Sus manos empuñadas, una de las cuales sostenía un arma mortal. Este hombre no fue el que me preparó el desayuno. Este era un hombre consumido por su furia.

Las palabras de la novia de Lance hicieron eco en mi mente: "Nunca lo he visto enojado en persona, pero he oído que no es algo bonito".

No, no era bonito. No era agradable en absoluto.

—Henry —dije y parecía ser la única palabra que podía pronunciar.

—Quédate aquí —ordenó Henry una vez más y cerró la puerta de golpe.

Miré a través del parabrisas y traté de darle sentido a la escena delante de mí. Mo estaba fuera, de pie en la acera cerca del centro comercial. Henry se acercó a él, le habló rápidamente y Mo miró en mi dirección antes de tocar su oído y hablar en un dispositivo Bluetooth.

Me senté ahí, congelada, mientras Henry se alejaba de Mo y se acercaba a una de las puertas del centro comercial, la pistola todavía claramente visible, y desapareció en el interior. En la puerta había un letrero de un restaurante cubano, prometiendo los mejores sándwiches de cerco en el condado de Dade.

Mo gritó algo, pero no podía escuchar sus palabras por las ventanas del jeep. Tenía la mano en su cadera, apoyada en otra pistola. Se fue tras Henry justo cuando escuché un ruido a mi derecha y la puerta del lado del pasajero se abrió.

Grité y traté de alejar las manos que estaban sobre mí. El cinturón de seguridad todavía estaba abrochado por la parada repentina y apenas me podía mover. Grité de nuevo, pero entonces reconocí la voz de Lo mientras me decía que me relajara, que todo estaba bien.

—¡No está bien! —grité—. ¡Henry tiene un arma, Lo! ¡Tiene un arma!

—Lo sé, cariño —dijo Lo tranquilo, inclinándose para desabrochar el cinturón y sacarme del vehículo a pesar de mi pelea.

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