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La alarma se activó. Busco a tientas el botón de repetición, lo golpeo unas cuantas veces hasta que el ruido se detiene, y luego continúo dormitando hasta que se activa nuevamente.

Gruño, bostezo, y me estiro antes de empujarme a mí misma fuera de la cama e iniciar mi día. Comenzando la rutina diaria: hacer pis, ducharme, lavar el cabello dos veces porque eso es lo que indica la botella que tenía que hacer, hacer café, comer avena con arándanos, y beber un batido de proteínas de manera que no tendría que mentirle a mi madre si llamaba y preguntaba si lo había hecho. No había absolutamente nada inusual acerca de mi mañana.

Nunca lo había.

Reúno todo lo que necesito para ir a trabajar y rápidamente echo un vistazo a mi apartamento. No hay nada fuera de lugar. Los cojines están en el ángulo adecuado contra cada uno de los brazos del sofá de color neutro, el control remoto justamente sobre el borde de la mesita de café, y cada posavasos está adecuadamente apilado en su bandeja. Desde la repisa de libros, un conjunto de heroínas vigilaban la habitación como si con sus treinta centímetros pudieran proteger el lugar de invasores. La princesa Leia y la reina Amidala de Star Wars estaban acompañadas por la Mujer Maravilla, Tomernta de los X-men, Mujer Araña y Buffy la cazadora de vampiros.

—Así que, ¿cuál es tu plan para el día? —le pregunto a Buffy—. ¿Tienes algunos vampiros que eliminar? ¿Quizás algunos demonios?

Ella no responde, no es que esperara que lo hiciera. Pero a veces me gustaba escuchar una voz en la habitación vacía, aunque fuera la mía.

—Yo me dirijo directamente hacia el oh-tan-excitante mundo de la gestión de proyectos empresariales —informo a todo el grupo—. Apuesto a que desearían que su día fuera a ser tan interesante como el mío.

Siempre he sentido algo especial por las súper mujeres en las películas y libros de cómics. Ellas eran el arquetipo de fortaleza, valor, y vivir la vida al límite. Ellas protegían a los inocentes con su astuta inteligencia y dedicación. Ellas llevaban vidas emocionantes.

No como yo.

Miro a sus ojos vacíos y sacudo la cabeza, preguntándome si estoy perdiendo la razón. Se podría predecir. Solo yo podría volverme loca solamente porque no tengo nada mejor que hacer.

Suspirando, dejo las figuras y sus fascinantes vidas en la repisa y cuidadosamente cierro con llave la puerta de mi apartamento. No era que espere que se me concedan súper poderes para liberar el mundo de infames criminales, por el contrario, la idea está completamente muy lejos de mi gestión de proyecto, que es suficiente como para preguntarme si en realidad me está apareciendo una depresión clínica. Rehusé toda la habitual medicación de ansiolíticos cuando papá murió, decidida a hacer frente a todo ello por mí misma a pesar de que el compañero de clínica de papá y amigo me siguió diciendo que no necesitaba hacer esto yo sola.

Han pasado dos años desde que un infarto se llevó su vida, y aunque lo extraño cariñosamente, no soy capaz de regocijarme en los recuerdos de mi padre y su impacto en mi vida. Usando anécdotas de sus pacientes con vida, él me había enseñado a siempre cuidar mis acciones y palabras. Yo era cuidadosa tanto conmigo misma como con los que estaban a mi alrededor.

Siempre.

Consideré en hacerle una llamada a mamá este fin de semana para ver cómo estaba tratándola San Francisco. Mudarse de mi hogar de la infancia en Ohio para empezar una nueva vida había sido su mecanismo para sobrellevarlo después de que papá se había ido. Como resultado, nuestra relación ha disminuido hasta el punto en el cual sólo nos vemos en grandes festividades en lugar de múltiples veces a la semana. Tenerla tan lejos, al otro lado del país, me hacía extrañarla, y a mi padre, más.

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