31 Final

185 8 0
                                    

Nunca te das cuenta de la cantidad de cosas que tienes hasta que intentas mudarlas a una casa ya ocupada. A pesar de que había vendido un montón de mis muebles antes de la mudanza, aún tenía muchos artículos a los que necesitaba encontrarles un nuevo lugar en el espacio ya ocupado.

—¿Dónde quiere esto? —preguntó uno de los hombres de la mudanza mientras arrastraba mi estantería.

Yo ni siquiera había pensado en ello, pero mirando en todo el salón lleno, supe que no había un sitio para ella.

—No tengo idea —dije.

Henry maniobró a través de las cajas, sosteniéndose de ellas mientras pasaba. 

Se suponía que usaría un bastón para caminar, pero lo había dejado en la puerta principal y se negaba a usarlo cuando no había un médico alrededor para insistir.

—Ponlo en el dormitorio al final del pasillo —dijo. Señaló hacia su sala de pesas.

—Henry, no hay sitio para eso ahí.

—Lo hay ahora.

Fui a la habitación para ver que había sido completamente vaciada. Todo el equipo de pesas y entrenamiento había desaparecido.

—¿Dónde están tus cosas de entrenamiento? —pregunté.

—En la otra habitación —respondió Henry con un encogimiento de hombros—. Me imaginé que necesitarías algo de espacio y esta habitación es más grande que la otra, así que hice que Mo y Lo movieran las cosas de gimnasio. Además, esta habitación está de cara al océano.

Me asomé y vi que era verdad, todo había sido mudado a la habitación más pequeña. Todas las cajas que habían estado allí antes habían desaparecido.

Volví al salón mientras el hombre de la mudanza comenzaba a llevar la estantería y las cajas de libros al espacio despejado. Me puse de pie junto a Henry y le miré a los ojos.

—¿A dónde llevaste las otras cosas? —pregunté en voz baja.

—Al garaje —dijo—. Iba a revisarlas, pero... bueno...

Se lamió los labios mirando hacia el pasillo. Extendí la mano y la puse en un costado de su rostro hasta que me miró.

—Quizás una vez que esté acomodada, podamos revisarlas juntos —le sugerí.

—Tal vez —dijo él con una leve inclinación de cabeza. Se estiró y puso su mano en mi cadera—. No lo sé. No todavía.

—Cuando estés listo —dije—, estaré ahí para ayudar.

Él asintió.

—Gracias, Henry.

—¿Por qué?

—Por dejarme un lugar para mis cosas —levanté mi otra mano y lo abracé por el cuello—. Todo esto ha sucedido tan rápido que no pensé en eso.

—Quiero que seas feliz aquí —dijo—. Todo el mundo necesita un poco de espacio.

Pasé las manos sobre sus hombros y bajé por sus brazos, agarrando sus manos ligeramente antes de llegar a su cintura y darle un gran abrazo.

Los músculos de Henry se tensaron y él gruñó.

—¡Oh, mierda! —dije dando un paso atrás y apartando mis manos—. ¡Estaba intentando mantenerme alejada del vendaje!

—No es eso —comentó Henry y me dio una media sonrisa—. Iba a mostrártelo más tarde.

—¿Mostrarme qué?

Henry agarró el borde de su camiseta y tiró de ella mientras se daba la vuelta. 

La pequeña mancha en su espalda baja que había estado libre de tinta ahora se encontraba cubierta por un tatuaje elaborado de una concha de caracol con "Chloe" escrito en el centro de ésta.

Parpadeé un par de veces centrándome en el diseño. La piel alrededor del tatuaje todavía estaba roja y parecía sensible.

—Tú... ¿te hiciste un nuevo tatuaje?

—Sí —Henry se rió entre dientes.

—Por... ¿por mí?

—Sí, por ti. ¿Cuántas Chloes crees que conozco?

Estaba sorprendida y honestamente no sabía cómo responder.

—El viaje en kayak fue nuestra primera cita real —explicó él—. Te gustaba tanto aquella concha y ahora cada vez que veo una, pienso en ti. Creí que quedaría bien.

Tragué saliva, pero las palabras no se formaban.

—¿Te gusta? —preguntó, nervioso.

Arranqué mis ojos del diseño y miré arriba hacia su rostro.

—Me encanta —susurré—. Es hermoso.

Henry se dio la vuelta, dejando caer su camiseta antes de estirar la mano y ahuecar la parte de atrás de mi cuello. Se inclinó cerca de mí y me susurró al oído:

—Eres hermosa.

Envolví mis brazos alrededor de su cuello y lo besé.

—Te amo, Henry.

—También te amo, Chloe.

Y con eso, todo comenzó a encajar en su lugar.  



AlarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora