24

133 8 0
                                    

Decirle a mi mamá sobre Henry no fue tan bien como mi conversación con Mare. Ella estaba furiosa por todas las cosas peligrosas que había hecho, los riesgos que había tomado y siguió repitiéndome la misma frase una y otra vez.

—¿Saltaste de un avión, Chloe? ¿Un avión?

Suspiré, de nuevo.

—Estoy bien, mamá —le recordé.

Le hablé sobre el hijo de Henry, pero decidí que no estaba en el mejor interés de nadie decirle sobre todos sus tatuajes y las suposiciones que había hecho sobre él mientras estaba allí. Ella ya estaba lo suficientemente enojada y no necesitaba que me presionara más de lo que ya lo hacía.

—¡Tienes que prometérmelo! —gritó a través del teléfono—. ¡Prométeme que nunca harás ninguna locura como esa de nuevo!

Abrí mi boca para estar de acuerdo pero luego me detuve. No tenía ningún deseo de hacer paracaidismo de nuevo, pero, ¿Qué si a Henry se le ocurría otra actividad? Si él sugería puentismo, yo sin duda estaría de acuerdo, y no le iba a mentir a mi madre sobre eso.

—No tengo planeado hacer ninguna locura —le dije—. Pero eso no significa que nunca haré algo emocionante de nuevo.

—¡Eso no es emocionante, Chloe Allison! ¡Renunciaste a tu trabajo, por amor de Dios! ¿En qué estabas pensando?

Me mordí mi lengua, reteniendo las palabras que quería usar. No quería prolongar mi discusión con mamá y no quería que se preocupara por mí. Necesitaba decirle que había estado equivocada. Que tal vez podría ver si recuperaba mi trabajo.

¡Alarma!

Mi cuerpo se sacudió en respuesta a la alarma interna. ¿No había aprendido nada en las últimas semanas? No necesitaba ese trabajo, siempre podría encontrar otro. No había estado equivocada en renunciar.

¿Había tomado riesgos? Sí. ¿Tenía miedo? Sí. ¿Pero no era todo eso parte de la vida?

En ese momento, escuché la alarma en mi cabeza.

—Esto es en lo que estaba pensando —dije manteniendo mi voz calmada y controlada—. Estaba pensando que el estrés en el que mi jefe me ponía no valía la pena y que soy una profesional calificada a la que muchas empresas desearían contratar. Estaba pensando que podría incluso tomarme un par de semanas de descanso para ir a Florida y conocer a Henry un poco mejor, porque pienso que es realmente bueno para mí. Él es dulce, amable y un fantástico cocinero. Me ha enseñado a vivir la vida sin tenerle miedo a todo y de verdad necesitaba eso. Además, está lidiando con la pérdida de su hijo y yo voy a estar allí para él mientras esté trabajando en ello.

Respiré profundo.

—Ahora, lo siento si no te gusta eso, pero es lo que voy a hacer. Espero que aún planees venir para Acción de Gracias ya que me gustaría invitarlo a que nos acompañe.

Hubo silencio al otro extremo del teléfono por mucho, mucho tiempo. Comprobé la llamada, pero no se había desconectado.

—¿Mamá?

—Estoy aquí —respondió lacónicamente—. Solo dame un minuto.

Me mordí el labio y aguanté la respiración. Luego, habló otra vez.

—¿De verdad es bueno para ti? —preguntó mamá en voz baja.

—Sí, lo es —confirmé—. Realmente lo es.

—Suena como si tuviera mucho por lo que pasar —comentó.

—Sé que lo hace. Pero creo que va a estar bien con el tiempo.

—Espero que estés en lo cierto.

Escuché que suspiraba de nuevo.

—Entonces, ¿estamos bien? —pregunté con timidez.

—Es tu vida, Chloe —dijo en voz baja—. No me tienen que gustar todas tus decisiones, pero las respetaré.

—Espero que le des a mi decisión con Henry una oportunidad.

La escuché suspirar.

—Lo haré, querida —dijo—. Será mejor que lo invites para Acción de Gracias porque tengo bastantes preguntas que hacerle.

—Supongo que no puedo evitar eso.

—No, no puedes —acordó—. Ahora, tengo que ir a arreglar mi vuelo. Y parece que tú también deberías hacerlo.

—Gracias, mamá.

—De nada, querida. Te amo.

—También te amo.

Colgué el teléfono. La llamada había durado mucho más de lo que había pensado, y el vino de Mare estaba esperando por mí. Corrí al cuarto de baño. Cuando estaba lavando mis manos, miré mi rostro en el espejo.

Estaba sonriendo.

—Realmente estás aprendiendo algunas cosas, ¿verdad? —le pregunté a mi reflejo. Asentí hacia mí misma, solo para solidificar mis sentimientos—. Ya era la maldita hora también.

Reí y luego regresé a la sala para llamar a Henry y hacerle saber que iría el fin de semana después de todo.

Y con eso, mi vida comenzó a caer de vuelta en su lugar. 




AlarmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora