Capítulo 4

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Su llanto era todo lo que necesitaba para saber que amaba a ese niño con toda mi alma. Su pequeño cuerpo se retorcía en mis brazos y mis ojos no podían apartarse de él; las lágrimas recorrían mis mejillas y tuve que darme unos segundos para poder respirar correctamente.

Te amaré con mi vida y si me lo pides... —murmuro con mis labios en su cabecita—... Te daré el mundo entero.

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Siento el cuerpo pesado al igual que los párpados. La cabeza me duele y los pequeños sonidos a mi alrededor se empiezan a hacer más claros. Un mareo me arrasa y debo permanecer quieta para no volver a terminar inconsciente. Cuando mi cerebro parece volver a funcionar con normalidad, mis ojos se abren con rapidez y debo parpadear un par de veces para acostumbrarme a la brillante luz que hay.

Luego de unos segundos, por fin logro enfocar todo a mi alrededor y me doy cuenta que estoy en una camilla, la cual está rodeada de una gruesa cortina azul que me oculta del exterior. Por instinto, intento levantarme con ayuda de mis codos y noto lo único que no está siendo cubierto por la manta y que se encuentra levantada cuidadosamente por unas telas sujetas al techo:

Mi pierna.

Una grotesca cicatriz se encuentra sobre toda el área de mi rodilla de manera vertical. Puedo ver los puntos y prefiero no pensar en cuantos son. Si bien ya la imagen es horrible, lo que me deja impactada es la cantidad de discos y varas metálicas delgadas que sobresalen de la pierna.

Si yo estoy así, ¿Qué le habrá pasado a Maikol?

Mis pulmones se cierran debido al terror, mi cuerpo empieza a sudar frío y mi mente no deja de mostrarme mil escenarios en donde mi niño no está bien. Todo de mí tiembla del pánico pero aun así logro quitarme la máscara de oxígeno y el montón de cables que tengo en el pecho, acción que ocasiona que la máquina del pulso empiece a sonar poniéndome aun más ansiosa.

Cuando termino con los cables intento levantar más la pierna para poder sacarla de las telas pero la punzada de dolor que recibo cuando hago el mínimo intento me saca un grito. La gruesa cortina se abre con brusquedad y un hombre uniformado aparece en mi visión.

—¡Llama a una enfermera!

—¡Si señor!

Él se acerca a la camilla y tiro de mi cuerpo hacía atrás pero el dolor en la pierna me detiene.

—Hey, tranquila. —habla suavemente mientras levanta sus manos en señal de paz—, necesito que te recuestes o puedes perjudicar la fijación externa.

Respiro con brusqueda mientras lo miro fijamente. Tiene un extraño corte y una piel un poco morena, lleva un grueso chaleco y unos guantes oscuros. Se nota que es un soldado y para su mala suerte, no me gustan los soldados.

Entre balas [Ghost x Tu] (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora