Capítulo 12

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En algún lugar...

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—Esta viva.

—Señor...

—¡Les di una maldita orden! —él imponente hombre se pone de pie con brusquedad y toma el arma que reposa en su escritorio—, ¿Acaso era tan difícil acabar con ella?

—No contábamos con los soldados de la base militar ubicada en California, aparecieron antes de que pudieramos verificar el estado de ella.

Suficiente.

Si aquel hombre que recibía órdenes ya estaba asustado debido al enojo de uno de sus superiores, su cuerpo prácticamente se congelo del terror al escuchar al jefe principal.

Diablo.

Su inmensa musculatura hizo que el despacho se viera más pequeño, sus ropas oscuras y las armas que cuelgan de su cintura le brindo ese aire peligroso que siempre tenía. Este hombre era aterrador hasta la médula pero lo más horrendo de él era la larga y arrugada cicatriz que se extendía por todo el lado izquierdo de su rostro, una punta empezaba en su frente y la otra terminaba en su mentón.

Y su ojo...

Su ojo ya no estaba y podías verle la piel de su cuenca.

—No tenemos tiempo para ir detrás de una mujer, necesito que pongas a todos los hombres al cuidado de la mercancía. —su inglés era fluido pero se notaba que no era su primer idioma—. Mañana viajamos a México así que te necesito con las bolas bien puestas.

—Aún hay cosas que hacer aquí. —él hombre detrás del escritorio se cruzó de brazos.

No podía tocarme uno más hijueputa y enclenque. —Diablo se quejó en su idioma natal y su familiar acento colombiano salió a la luz—. Te recuerdo que lo único importante por ahora es irnos dentro de unos días.

Epale compas. —los tres hombres en el despacho se giraron para ver al último de los jefes entrar.

No era tan grande como Diablo y era el menor de los tres, pero se mantenía en forma, su cabello oscuro resaltaba junto a sus gruesas cejas. A diferencia de los otros dos jefes, él era moreno y estaba lleno de tatuajes de calaveras y catrinas, representando a su México querido. Aquí en Estados Unidos mandaba Diablo pero él era consciente de que a penas pisaran sus tierras, todo el control sería de él.

—González. —la voz del hombre de la cicatriz retumbó por todo el lugar.

—Diablo y, —observó al rubio—... Tú.

—Tambien te extrañé mexicano de mierda. —él hombre detrás del escritorio no dudo en hablar con sarcasmo y burla.

Gringo pendejo.

—Ya basta.

Diablo miro al delgaducho sirviente que solo mantenía silencio y le hizo un gesto con la cabeza para que se retirara. Al pobre hombre le faltaron pies para salir huyendo.

—Alguien me dijo lo que hiciste, Rubio. —mientras el jefe principal hablaba, tomó asiento en uno de los sofás que se encontraban en una esquina—. No sé que es lo que quieres o cuales son tus planes, pero esa mierda de dejarles archivos con las banderas de nuestros países a esos soldados no fue muy inteligente de tu parte.

—No te metas en mis asuntos Diablo, yo no lo hago en los tuyos.

No lo haces porque te falta cerebro, cabroncito. —las palabras del mexicano hicieron reír a Diablo y causó molestia en Rubio, pues este no soportaba que ellos se hablarán en español ya que él no lo entendía.

—Tus asuntos me corresponden cuando nos pueden poner en riesgo, malparido. —la burla abandonó la voz de Diablo y una mirada llena de molestia se instaló en su rostro—. Dentro de poco viajamos a México y quiero dejar todo listo aquí, así que te agradezco que en vez de darme problemas me des soluciones. Sean cuál sean tus planes, ve dejándolos de lado porque lo único importante aquí son los misiles y lo que conseguiremos a futuro.

Rubio tomo asiento lentamente, él sabía que no podía retarlos a ellos y que si no hacía algo rápido iban a cortarle la cabeza por haber enviado ese pequeño mensaje a los soldados. Manteniendo la calma, se sirvió un trago de whisky y les sonrió.

—No vamos a estar en riesgo por eso, hombres. —hizo una pausa para beber—, por lo que realmente deberíamos preocuparnos es por como nos vamos a esconder de Alejandro Vargas. —cuando ese nombre llegó a los oídos de Gonzáles, la tensión en su cuerpo fue notoria.

—Alejandro Vargas no va a ser un problema.

—Quizas él no, pero en cuanto hagamos cualquier movimiento o disturbio no dudará en pedir refuerzos a sus amigos los soldados. —ambos jefes empezaron a entender el punto de Rubio—, y no cualquier soldados, serán soldados estadounidenses y de fuerzas especiales. Por eso mi pequeño mensaje no era con intención de buscarnos problemas, solo le estaba avisando a mi infiltrado que debe estar preparado para que nos diga que movimientos hay en la base que trabaja con Alejandro.

—¿Cómo sabes que ese infiltrado es de confiar? —Gonzáles pregunta con seriedad, muy interesado en los planes de aquel hombre.

Rubio ríe y observa la sortija que brilla en el dedo de su mano.

—Si no fuera así, no le hubiera asignado esa tarea.

Diablo quedó satisfecho con eso. Teniendo un infiltrado en la base aliada de Alejandro podrían ir un paso adelante, esconderse o maniobrar según lo que su enemigo decidiera.

—A ver si sigues el ejemplo de Rubio, te estás quedando atrás, González.

El mexicano rodó los ojos con fastidio y el colombiano se puso de pie para abandonar el despacho sin decir nada más.

A ver si disimulas que tienes una debilidad, carnal. —Rubio frunció el ceño y el moreno sonrió—, y no estoy hablando de tú infiltrada.

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Entre balas [Ghost x Tu] (#1) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora