Las gotas de lluvia caían estruendosas sobre la ventana que se sacudía temblorosa, estábamos en la cabaña vieja de mis padres, a dos horas de casa, tiradas sobre un sofá igual de viejo todo aquí parecía tan viejo y en malas condiciones pero no teníamos nada que reprocharle, este había sido nuestro lugar seguro durante los primeros meses que habíamos empezado a salir.
—¿Recuerdas la primera vez que vinimos?.—como olvidarlo, sonríe— Quien diría que estaríamos juntas después de todo.
—Después de todo.—suspiro— Todo fue tan rápido.—le digo acercándome a ella, con una taza de café en las manos.
—A mi se me hizo una eternidad.—me dice— No tenía manera de conseguir que me pidieras que sea tu novia.
—Siempre podías pedírmelo tú.—le digo— A parte, siempre insinuabas que no querías más que sexo conmigo.
—Lo sé, estaba en negación.—toma la taza de café con las manos— Y tenía a mucha gente detrás diciéndome que solo me querías coger.—voltea la cara suspirando— Miranda, no puedo creer que te haya dicho todo lo que me contaste.
—Tal cual, yo tampoco puedo creer que le guste, o algo parecido.—le digo— Tampoco puedo creer que me hayas encriptado el celular, debería denunciarte.—bromeo mientras le acaricio la mejilla.
—Deberías.—recalca dándole un sorbo al café caliente— Lo revise solo los primeros días, luego lo deje atrás, lo de que bloquee gente se lo ha inventado.
—¿Segura?.—le pregunto mirándola directo a los ojos— Porque la verdad no creo que Rony, mi amiga de toda la vida me haya bloqueado, y tampoco las otras 23 personas.
—Bueno quizá si bloquee a algunas personas.—me dice— Pero fueron solo las que gustaban de ti.
—Como puedes saber eso.—le digo riéndome— Creo que bloqueaste hasta a mi abuela, pobre, debe pensar que he muerto.—le suelto y se tapa la boca inmediatamente, con cara de susto.
—No por favor, no me digas que bloquee a tu abuela.—asiento y se suelta de mi para empezar a dar vueltas por el lugar— Dios mío, ¿En que estaba pensando?
—Francamente, no lo sé.—suspiro— Pero pobre mi abuela, que dirá cuando se lo cuente.—le suelo y veo como corre hacía mi.
— No, por favor, no.—me dice mientras cubre mi boca con sus manos y no puedo evitar reír— Tu familia va a odiarme.
—Claro que no, siempre te han querido, cuando se enteren que eres mi novia, te querrán aún mas.—le digo para tranquilizarla.
— Me querían porque era la hermana de tu mejor amigo, quien te golpeo con una raqueta de tenis y te dejo esa cicatriz en la cara.—suspira— No creo que ahora lo sigan queriendo igual a él de todas maneras.
—Les explique que fue una pelea tonta, que nos arreglaríamos pronto, y aunque eso no ha sucedido, mi padre aun guarda la esperanza.—le cuento, nunca hemos hablado de una manera profunda sobre el tema—Lo extraño, ¿sabes?.
— Yo lo sé, y también sé que en el fondo es mi culpa, por eso nunca quiero hablar de eso.—se sienta pero esta vez en una silla que no es mas que llantas apiladas— Me da miedo que me culpes, puedo hacerlo yo, pero que venga de ti, me destruiría.
— Jamás te culparía.—le digo mirando al techo— De hecho no me culpo ni a mi, no creo que hayamos hecho algo malo, es tu hermano el que no entiende.
— Dice que es porque te conoce.—se echa para atrás— Que siempre coges con chicas, y luego las abandonas, alardeas de ellas como un trofeo, me dijo que no quería que fuese una más en tu lista, de hecho me menciono varias chicas que se encargo que hablaran conmigo.
—Si lo sé, cuando me enteré que estaba haciendo eso pensé que ibas a dejarme, no quise intervenir, quería que decidieras tu.—la miro— Después de eso, y de que no me dejaste, pensé en lo mucho que confiabas en mi, luego bueno.—hago una pausa y suspiro— Me encriptaste el celular.—suelto una pequeña risa.
—Creo que no lo olvidarás nunca.—me dice cubriéndose la cara con ambas manos— Soy una tonta.
—¿Por pensar que te engaño? Si.—le digo— Mírate, eres preciosa, tienes un mundo en tus ojos, y tus lunares forman galaxias que no quiero parar de recorrer, me tienes perdida desde la primera vez Jenna, no sé como no lo ves.
—Me sentía insegura.—me confiesa balanceando sus pies uno sobre otro— Siempre parabas rodeada de chicas, todas atletas, bonitas, el tipo de chica con la que siempre te había visto salir.
—Eso acabo cuando me enamoré de ti.—le suelto, pero al instante me arrepiento cuando veo que se levanta corriendo hacía mi y me abraza— Cuando lo digo en voz alta se escucha mas fuerte.
— Te quiero.—deja un suave beso en mis labios— Y no es necesario que tu lo digas porque sé cuanto me quieres.
— Que bueno que lo sepas.—le digo— No me gustaría enterarme que vuelves a desconfiar de mi.—la abrazo a mi— Y menos de esa manera tan repulsiva.
Nos dejamos descansar una sobre otra, de nuevo en el viejo sofá, de nuevo en nuestro pequeño hogar, nunca antes me había sentido tan bien.