Capítulo 28

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/¿QUÉ PASARÁ?/

Nicholas

»—¿Por qué crees que lo hizo? —Me preguntó Liam con intriga—. Me refiero a que no tenía por qué mentirte.

» Solté un hondo suspiro y recosté la cabeza en el espaldar de la silla, frustrado. Las palabras de James habían calado en mí y no sabía que tuvieran tal impacto. Le conté a Liam y él, como buen amigo, me escuchó, atento.

»—No lo sé, Liam —respondí cortante.

» Un silencio se instaló en el ambiente por un largo rato.

»—Nicholas... —lo miré, y su expresión me indicó que tenía una teoría que no me gustaría en lo absoluto—. ¿Crees que, ella y él...?

»—¡Cállate! —le exigí, frustrado.

Observé las calles a través del parabrisas, la noche sin estrellas y la luna tenue, la delgada lluvia que comenzaba a volverse intensa y un ápice de molestia en mi interior. Estaba enojado conmigo mismo, Poppy había admitido que me había mentido, y eso fue un golpe bajo para mi ego. Me sentí extraño, sólo esperaba que, al volver a ella, me explicará todo eso que quería.

El sonido de la melodía de mi celular interrumpió el silencio y mis pensamientos. Cogí el celular con una mano mientras con la otra seguía al volante.

—Hola, Liam —saludé.

—Hey, viejo —respondió—. ¿Ya vas hacia el restaurante?

—Sí.

—Por favor, Nicholas, sé que Catherina no te agrada mucho, pero, por favor, haz que acepte la propuesta —su tono de voz fue suplicante.

Suspiré.

—Si no lo hace podemos buscar a una modelo mucho mejor —sugerí, frustrado.

—Nicholas, no te vayas por ese camino —pidió con seriedad.

—Bien, hablamos después.

No esperé su respuesta, colgué. Sentía los músculos tensos, tener que cenar con Catherina Alcott no era lo mejor después de todo. Ese había sido el trato, yo aceptaba cenar con ella y ella aseguraba cambiar de opinión y aceptar nuestra propuesta. Ese era el plan.

Minutos después aparqué en el restaurante que me había citado. Me bajé del auto antes de adentrarme al lujoso lugar. Era encantador y emanaba sofisticación y elegancia, al menos su gusto era excelente. Las decoraciones florales de las mesas me recordaron a lo colorida que era Poppy.

«Concéntrate» me pedí internamente.

—¿Señor Kuesel? —un joven vestido con esmoquin se me acercó.

—Sí —asentí levemente con la cabeza.

—Acompáñeme, la señorita Alcott lo está esperando.

El joven comenzó a caminar, siendo seguido por mí. Aunque todas las mesas estaban ocupadas, no se veía aglomerado de gente, lo más común fue ver a parejas charlando animadamente y de manera coqueta, pero con esa reserva para que, por cosas de la vida, si la prensa estaba por ahí, no captara momentos incómodos.

Llegamos hasta una elegante mesa situada al lado de una de las ventanas, dando una perfecta vista de aquella parte de la ciudad y el río Támesis. La perfecta vista de la lluvia cayendo sobre la ciudad.

—Oh, Nicholas, cielo, has venido. —Catherina me dedicó una perfecta sonrisa que no aprecié como ella quiso—. Ya puedes irte —le dijo al joven, quien enseguida se marchó.

Mi jefe y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora