/UNA VISITA INESPERADA/
Poppy
Siquiera el reality show que tanto me gustaba ver estaba siendo de ayuda alguna, porque el tenso momento que había compartido con James en la sala de reuniones no dejaba de proyectarse en mi mente con insistencia. Su manera tan alarmante de actuar y la forma tan agresiva en la que me había hablado me dejó más que claro que ya no era le mismo. Ninguno de los dos lo éramos, claro estaba. Habíamos cambiado; cada uno sabía en su interior si había sido para bien o no.
Todos cambiamos cuando las circunstancias no los pide, y es algo que no podemos evitar. A veces, sale simplemente, y cuando te das cuenta y te pones a pensar, te sorprendes saber que has cambiado de una manera tan radical e impresionante.
Y así lo habíamos hecho.
Me acurruqué un poco más en el sofá y en la manta para obtener más calor del deseado, pero en ese momento el celular comenzó a vibrar inundando la sala con la canción Fairytale. Lo cogí a la vez que me sentaba con las piernas en indio, y antes de descolgar vi el nombre de Camila titilar en la pantalla.
—¡Ey, chica! —dijo Camila a modo de saludo desde el otro lado de la línea—. ¿Qué tal todo?
Solté un hondo suspiro cargado de frustración.
—No muy bien que digamos... —fui sincera, porque lo necesitaba, necesitaba contarle a alguien eso que sentía y me frustraba.
—Eso me di cuenta cuando te fuiste —respondió—. Por eso te he llamado, para saber cómo estás. Sabes que puedes confiar en mí, Poppy.
Y se lo agradecía. Porque en ese momento necesitaba más que nunca hablar con ella.
—Gracias —susurré de manera audible.
—No es nada.
Un pequeño y a la vez gratificante silencio se instaló entre las dos. Aunque no podíamos vernos, sabíamos que nos entendíamos con ese silencio.
—Cuando quieras. —Me daba la libertad de poder contarle lo que quisiera en el momento que quisiera.
Solté otro suspiro armándome de valor.
—Después de que la reunión acabara me encontré con James...
Y así fue como comenzó mi pequeño relato acerca del encontronazo con Julián. Camila me escuchó en todo momento; parecía que solo tenía oídos para mí en ese momento, algo que amé. Porque es lo que a veces necesitamos; alguien que nos escuche hablar de esos problemas que nos atormentan, por más tontos que para los demás sean.
—¡¿Qué ese cabrón te estampó un beso?! —exclamó después de haber terminado.
—Sí.
—¿Pero es que acaso es idiota? Poppy, ¿le diste su buena patada? —preguntó expectante.
—No, pero te aseguro que el empujón que le di seguramente le dolió —aseguré con una sonrisita.
—Esa es mi Poppy Halper. —Parecía orgullosa de ello. Y no pude evitar sonreír aún más.
De la nada, otro pequeño silencio volvió a instalarse nuevamente en la llamada. La respiración de Camila se escuchaba tranquila y al parecer pensaba en algo a lo que yo estaba ajena en aquel momento. Entonces, sin esperarlo, el recuerdo de Nicholas llegó a mí como ese rayo de luz que siempre aparecía cuando lo tenía en mente. Esa sonrisa que me dedicó para decirme que no estaba sola solo hizo que deseara volver a ese momento.
Lo sentí tan poderoso y protector que temblé.
—Poppy —habló mi amiga después de unos segundos haciendo que volviera a la realidad—, no te preocupes. No estás sola —eso era lo que su sonrisa me había transmitido—, por más que creas que lo estás, no es así.
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Mi jefe y yo
AcakPoppy Halper y su odioso jefe, Nicholas Kuesel, no son el prototipo de jefe y secretaria perfectos. Es más, sus diferentes formas de pensar, de socializar, hasta de hablar, se chocan. Ella dice odiarlo y él suele tener constantes jaquecas por ella. ...