Capítulo 23

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/NO HAY UN CULPABLE, SOLO EL DOLOR DE UNA PERDIDA/

Poppy

Al salir del lujoso hotel la noche nos dio la bienvenida bajo su cielo difuminado con nubes grisáceas y la gélida brisa que rondaba, indicando que pronto llovería. La mano de Nicholas estaba fría y sentí cómo se estremeció con el frío. Verlo ahí dentro, desprendido rabia y dolor en su mirada me hizo sentir que tenía que ayudarlo a salir de ese lugar. Sí, aceptaba que su actuar no había sido el más honorable, pero la manera tan despreciable en la que los demás se le quedaron viendo me hizo sentir indignada.

Allí dentro solamente había visto a un hombre que trataba de defenderse de las hirientes palabras de su abuelo. Le dijo que él, siendo un niño, había matado a su padre.

¡Por el amor de Dios, en qué cabeza racional cabía eso!

Hice que nos detuviéramos frente a la puerta del copiloto de su auto. Nicholas se recostó contra la ventana, cerró los ojos y soltó un hondo suspiro. Puse mi mano en su mejilla y la perfilé con lentitud, permitiéndole que se tranquilizará aunque fuera bajo mi tacto. Poco a poco iba funcionando, y eso me tranquilizó.

-Yo no lo maté, lo juro -susurró en un hilo de voz-. No sé por qué él dice eso, pero te juro que yo no lo maté...

Ahuequé mi mano en su mejilla al verlo buscar la manera de acomodarla, buscaba protección como un niño pequeño que teme a la oscuridad, que teme a lo peor.

-Cariño, te creo. Sé que tú no podrías haberlo matado, eras simplemente un niño, ¿qué podrías hacerle? -le dije, tratando de que se calmara.

-¿Entonces... por qué él dice eso? -preguntó-. ¿Por qué dice eso?

La acción que le siguió a esa pregunta me tomó por sorpresa. El llanto de Nicholas empezó suave, trataba de contenerlo para que yo no me diera cuenta o lo dejara pasar, sin embargo, comenzó a intensificarse al pasar de los segundos. Y las tibias lágrimas que salían de sus ojos creaban un caminito en su mejilla derecha, mientras que las de su mejilla izquierda se estancaban por culpa de mi mano.

Me le quedé mirando, descifrando poco a poco que Nicholas Kuesel era un hombre que se le había metido en la cabeza ser el culpable de la muerte de su padre. Y todo por culpa de su abuelo, un ser que demostraba ser despreciable.

Deslicé mis manos alrededor de su cuello y él deslizó sus brazos alrededor de mi cintura. Me pegué a su cuerpo para que supiera que no estaba solo, que todo podía irse al carajo, pero que podía contar conmigo. Él había secado mis lágrimas, era mi turno de hacerlo con él.

-Yo nunca habría podido hacerle daño, era mi padre, Poppy. Era el hombre que más me quería y me cuidaba, yo nunca le haría nada de eso que él dijo -dijo con su frente puesta encima de mi hombro y las lágrimas mojando esa parte del vestido-. El campamento de tecnología era algo que de verdad quería y él no me lo negó, me permitió ir. Era de noche y ya estábamos en la ciudad, pero no había nadie que me recogiera. Lo llamé, creyendo que enviaría a alguien a recogerme, pero... me dio la mejor sorpresa de todas: Él mismo fue por mí y, ¿sabes qué hizo cuando me vio? -Me atrajo todavía más a él antes de continuar-: Me abrazó y me dijo que me quería mucho, más allá donde estaba mamá. Hasta el infinito. Después, todo pasó tan rápido que no me dio tiempo a reaccionar y, para cuando abrí los ojos, él ya me estaba sacando del auto...

Me relataba ese momento, sabiendo que me entregaba su fragilidad de hombre y su dolor de años. No solo me relataba un momento de su vida, me entregaba una parte de su mundo.

-¿Qué pasó después, cariño? -le insté a seguir, tranquila.

-El auto entró en llamas, se supone que los autos no entran en llamas, se supone que no lo hacen. Pero... ese lo hizo, entró en llamas con él dentro. Yo ya estaba afuera y tuve que verlo todo, grité su nombre... Sin embargo, él nunca salió. Solo pude llevarme su última sonrisa grabada en mi corazón...

Mi jefe y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora