/¿ESTO ES UN ADIÓS?/
Poppy
—¿Estás segura de lo que vas a hacer? —Camila me miró con expresión preocupada desde el sofá.
Solté un hondo suspiro y le devolví la mirada.
—Sí —asentí levemente con la cabeza.
—Pero, Poppy, ¿por qué no simplemente lo hablan y ya está? —Se encogió de hombros—. ¿Por qué no simplemente dejas que se despejen la mente?
Tal vez Camila tuviera la razón, tal vez debería dejar que pensáramos mejor las cosas. Sin embargo, ya no soportaba, era incómodo ver a Nicholas pasar frente a mí con indiferencia, pronunciar mi nombre con seriedad. Como tampoco soportaba actuar de esa manera con él. De esa forma solamente nos estábamos lastimando, no solo mental, sino también físicamente.
Una semana, lo que equivale a siete días, había pasado desde esa pelea. Una semana en la que Nicholas y yo no nos dirigíamos la palabra, a menos que fuera meramente laboral. Siete días insoportables y agotadores, verlo y saber que no podía acercarme me comenzaba a consumir lentamente.
—Ya lo he decidido, Camila. Además, ha pasado demasiado tiempo y no creo que algo vaya a cambiar —respondí, demostrando una decisión que estaba lejos de sentir—. Los dos fallamos, y es por eso que uno de los dos está esperando que el otro dé el primer paso, algo que no va a suceder con facilidad.
Camila negó levemente con la cabeza, demostrándome su desaprobación.
—No creo que sea la mejor opción a ese problema. Lo único que estás haciendo es huir sin enfrentar las consecuencias reales.
¿Qué más daba si huía como una cobarde? Después de todo, era la única manera en la que podía evitar hacerme más daño.
—No lo entenderías —fue mi única respuesta.
Volví la mirada nuevamente al computador y seguí con la carta que llevaba escribiendo desde que había llegado al apartamento de Camila. Después de salir del trabajo le pedí a mi amiga si me dejaba quedarme en su apartamento, a lo cual accedió complacida, y en el fondo se lo agradecía. Poco a poco la soledad me iba agobiando.
Sin decir nada, Camila se levantó del sofá y se acercó hasta la ventana que daba hacia la calle y cerró la cortina. Afuera llovía con gran intensidad, y los truenos eran realmente aterradores.
—¿Quiere una taza de café? —quiso saber.
—Está bien.
Camila se dirigió a la cocina y escuché el momento en el que puso la tetera para hacer el café. Mientras tanto yo, me permití rebobinar todo, desde la primera vez que sus labios chocaron con los míos hasta nuestra única pelea, la cual, había hecho que nos alejáramos. Y me sorprendió la capacidad que tiene el ser humano para alejarse de manera silenciosa, la manera en la que las emociones manejan al ser humano y no tanto la mente.
Seguramente no estaba tomando la mejor opción, sin embargo, sentía que ya no había marcha atrás. La decisión estaba tomada, no deseaba volver a sufrir como lo había hecho hacia varios años atrás. Sufrir es la sensación de desesperanza más agobiante para una persona.
«Ahora me tienes a tu antojo, Halper» Esas palabras eran lejanas, ya no podría tenerlo de esa manera tan cálida que deseaba.
... es por eso, que renunció. Escribí.
[...]
Aunque Camila se había empeñado durante toda la noche en hacerme cambiar de opinión no lo había conseguido. Había llegado el momento de llevar aquella decisión adelante. Por más que doliera, por más que desde el comienzo fuera a ser dolorosa.
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Mi jefe y yo
AléatoirePoppy Halper y su odioso jefe, Nicholas Kuesel, no son el prototipo de jefe y secretaria perfectos. Es más, sus diferentes formas de pensar, de socializar, hasta de hablar, se chocan. Ella dice odiarlo y él suele tener constantes jaquecas por ella. ...